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Francesc-Marc Álvaro | Un partido-dragón con siete cabezas
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25 nov 2021 Un partido-dragón con siete cabezas

Una figura relevante de Junts per Catalunya define este partido como “un dragón con siete cabezas, y cada una hace lo que quiere”. Y una dirigente de esta formación con mucha presencia pública lo ha rebautizado, medio en broma y medio en serio, como “Junts pel caos”, admitiendo así lo que es una pura evidencia: que la organización que lidera Carles Puigdemont es un saco de fuertes contradicciones, que envía señales muy diferentes a la ciudadanía, a menudo sobre un mismo asunto.
 
Lo hemos visto a raíz del vodevil para cerrar la negociación que ha dado luz verde al debate de presupuestos en la Cámara catalana: mientras el conseller de Economia, independiente de la órbita de Junts, defendía sus cuentas, se daba la mano con el president (que, a su vez, destacaba la buena tarea de Jaume Giró) y mantenía una actitud constructiva, el diputado juntero Canadell acusaba a los socios de hacer autonomismo y atizaba a los comunes, el grupo que ha salvado el trámite. Para rematar, Artadi, cabeza de filas de Junts en el Ayuntamiento de Barcelona, hizo una intervención durísima al respecto, en que hablaba del “fracaso” de Aragonès y anunciaba consecuencias. El día antes, Jordi Sànchez, secretario general, protagonizó una rueda de prensa de alto voltaje, que parecía hecha para romper el Govern más que para continuar. Desde su cuenta de Twitter, el diputado Francesc de Dalmases ha dicho que “los acuerdos de ERC y comunes no implican a JxCat y no tienen el apoyo de nuestros diputados”. Mientras, el vicepresident Puigneró, el miembro de más rango de Junts en el Ejecutivo, ha optado por la discreción.
 
Da la impresión de que los dirigentes y los cuadros de Junts se han acostumbrado a la dinámica de la olla de grillos y que son capaces de argumentar una cosa y su contraria (como el republicano Maragall, que tuvo que rectificar su posición sobre los presupuestos de Colau con tanta rapidez que le ha quedado cara de susto) de manera simultánea o casi. En privado, hay varios cargos de Junts en la administración autonómica que confiesan sentirse incómodos, y que lamentan el guirigay que sale de su grupo parlamentario y de las estructuras orgánicas. No pocos de estos añoran el estilo tranquilo de otros tiempos. Estos conviven con gente que, si pudiera, se cargaría la legislatura hoy mismo.
 
ERC, que tenía fama bien ganada de partido infectado por las pugnas internas y estaba siempre al borde de la escisión, es hoy una orquesta bien conjuntada que, bajo la batuta de Aragonès, interpreta la sinfonía escrita por Oriol Junqueras. Sus socios, los postconvergentes, junteros o puigdemontistas, conservan el sentido de preservación del poder del pujolismo, pero, en cambio, han perdido esa cohesión que permitía que CiU –incluso cuando Duran hacía sombras chinescas– funcionara como un diésel.
 

Da la impresión de que los dirigentes y los cuadros de Junts se han acostumbrado a la dinámica de la olla de grillos

 
¿Cómo es que Junts per Catalunya no ha podido evitar convertirse en un dragón con siete cabezas? Se trata del resultado, me parece, del sesgo táctico que el liderazgo de Puig­demont da a su organización. ¿Por qué no puede evitar el tacticismo el president ­­exiliado? Porque la política que imagina para el interior depende, en última instancia, de su confrontación con la maquinaria ­­­­judicial española mediante las justicias belga y europea. Mientras, los dirigentes de Junts en el interior deben hacer pragmatismo autonomista sin que lo pa­rezca y, por eso, suben el ­­­volumen de la retórica del ­choque.
 
Puigdemont ha confiado en Jordi Sànchez el guion de esta doble vía institucional-rupturista, pero el secretario general no tiene las simpatías de todo el mundo, algunos lo ven como un extraño porque pasó por la órbita de ICV. Además de Turull, muy querido por las bases y prototipo del convergente que ha roto la camisa, en este microcosmos brillan con luz propia Laura Borràs (heredera del torrismo), Artadi (la candidata contra Colau) y el vicepresident Puigneró, que intenta reavivar algo de aquel pujolismo de orden que se fue por el fregadero. Rull y Torra (que no forma parte del partido pero sí del espacio) completan un combo de jazz donde todo el mundo quiere ser solista.
 
¿Qué recorrido tendrá este dragón de siete cabezas? ¿Acabará devorado por las contradicciones internas o se reinventará con habilidad para dejar de ser secundario en Catalunya y completamente irrelevante en Madrid? ¿Serán las municipales su última oportunidad de vencer a ERC? ¿Sobreviviría Junts a una eventual retirada de Puigdemont de la arena política?

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