26 nov 2021 Una droga deliciosa
Un nuevo documental sobre los Beatles me hace sacar del armario los vinilos que compré cuando Mark David Chapman mató a John Lennon, que es el momento en que un servidor descubrió la música del cuarteto de Liverpool. Y eso coincide con el magnífico documental-entrevista a Jaume Sisa (de Joan Celdran y Àngel Leiro), que ha pasado TV3 en prime time. Vemos en él al genial cantautor haciendo reflexiones de una sinceridad poco habitual, con un distanciamiento sobre sus personajes que sobrecoge. Sisa suelta unas frases que no me quito de la cabeza: “Los recuerdos son una droga deliciosa. Es una de las drogas mejores que hay. Yo, con los años, como todo el mundo, cada vez tiendo más a recordar. A recordar cosas que seguramente cuando pasaron no eran como yo las recuerdo”. He ahí, bien expresado, el peso de la nostalgia en nuestras vidas. En los jóvenes, el lugar del recuerdo lo ocupa la expectativa. Los recuerdos y las expectativas son fruto, ambos, de la imaginación más que de la experiencia.
El placer agridulce de la rememoración oculta el desacuerdo entre lo vivido y lo imaginado
Imagino los años en que escuchaba a los Beatles como si fuera música nueva (para mí, lo fue) y no puedo dejar de reprochar a mis amigos de ayer (muchos aún lo son) algo que no hicimos. Porque el recuerdo es siempre –también– una enmienda parcial del trayecto. El placer agridulce de la rememoración oculta el desacuerdo entre lo vivido y lo imaginado. Como dijo aquel, la nostalgia es un error. Pero aún hay un error mayor: resistirse a la memoria en forma de golosina. ¿Cuál es la dosis de recuerdos adecuada para soportar la realidad?
Sí, escuchaba a los Beatles y, al mismo tiempo, descubría el teatro gracias a aquella Antaviana que montó Dagoll Dagom, con las músicas de Sisa. Allí vi actuar, por primera vez, a Pepe Rubianes. Recuerdo como si fuera hoy asistir a la función y quedar fascinado por la escena en que, de repente, se abre una ventana y suena una antigua habanera, me parece. Digo “me parece” porque la memoria es traicionera, además de ser una batalla que la imaginación –como decíamos– acostumbra a ganar a cualquier evidencia.
Sisa ha expresado como pocos en este país el cruce ignoto donde los sueños, la cultura, el deseo y las azoteas de la memoria nos llevan a ser otros. Solo por eso ya se merece nuestro respeto y estima.