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Francesc-Marc Álvaro | Un espacio regalado
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06 dic 2021 Un espacio regalado

Se dice –y es muy cierto– que en política no existen espacios vacíos: siempre son llenados por alguien o por algo. El rechazo de la CUP a pactar los presupuestos con el Govern ha dado la oportunidad de oro a los comunes para colocarse muy bien en la vitrina de la gobernabilidad y, de rebote, apuntalar la estabilidad de la alcaldesa Colau mediante un do ut des de los republicanos en el Ayuntamiento barcelonés. Los diputados que encabeza Jéssica Albiach han conseguido un win-win , y el president Aragonès, lo mismo: ha podido romper la política de bloques (recuperando así su “vía amplia”) a la vez que mantiene al PSC en la sala de espera de los pactos y envía a Junts un mensaje muy claro: la presidencia no dejará que el Ejecutivo autonómico colapse.
 
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, en una segunda sesión del Pleno del Parlament de Catalunya, a 1 de diciembre de 2021, en Barcelona, Cataluña (España). El pleno del Parlament de esta semana centra su debate en la votación de la convalidación de dos decretos del Govern: uno sobre energías renovables y otro sobre atención sociosanitaria, y también debatirá a la totalidad la proposición de ley de barrios verdes de los comuns.
 
El coste simbólico de la operación es evidente e inevitable: se diluye la idea de una mayoría independentista del 52% en la Cámara catalana, y los anticapitalistas se alejan del Govern, aunque el propio Aragonès dice y repite que va a contar con ellos (pero no a cualquier precio, como se ha visto). Como socios del Ejecutivo catalán, los comunes ofrecen la ventaja de subrayar el relato social del bipartito sin forzar el guion y sin que salten las alarmas que cualquier alianza con los cuperos despierta en varios actores económicos y sociales. Aunque no son exactamente lo mismo, los de Albiach conectan con ese sentido institucional y realista del desaparecido PSUC, capaz incluso de pactar –en su día– la política sanitaria con Pujol. Recordemos que los presupuestos de Torra también salieron adelante gracias a los comunes, y había mucha menos sintonía.
 

ERC trata de conectar con una parroquia ajena a los marcos del catalanismo clásico

 
El Govern independentista salva sus cuentas gracias a un grupo que no es independentista. La realidad es más tozuda que el relato, y ello disuelve espejismos. Pero todo el mundo sabe que, en el fondo, los comunes están ahí porque ERC no puede ni quiere explicar hoy una foto con el PSC, que es la que daría mayor estabilidad. El espacio donde los comunes bailan su nuevo protagonismo es un lugar regalado pero caducable, que durará lo que dure la necesidad de los republicanos de crear un efecto de distancia con los socialistas. Y eso significa que esta estrategia no se revisará hasta que hayan pasado las municipales del 2023.
 
El partido de Junqueras quiere intensificar su competición con el PSC en el área metropolitana. Para ampliar su presencia allí donde el independentismo va más flojo, los republicanos llevan tiempo buscando rendijas y picando piedra, echando mano de un lenguaje que busca conectar con una parroquia ajena a los marcos del catalanismo clásico. La apuesta no es fácil pero es firme, pues para ERC se trata de romper un techo que parece muy sólido. En este sentido, no pierdan de vista la actividad que está desplegando el president Pere Aragonès en el cinturón barcelonés. En el despacho de Salvador Illa han tomado buena nota de ello.

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