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Francesc-Marc Álvaro | Sagrada polémica
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10 dic 2021 Sagrada polémica

e qué hablamos cuando hablamos de la Sagrada Família? A raíz del encendido de la estrella que corona la torre de María del templo imaginado por Antoni Gaudí, vuelven (nunca nos han dejado, van y vienen) los debates intensos sobre el edificio más emblemático de Barcelona. El miércoles, en El món a RAC1, hablamos de ello, conscientes de que esta polémica (como otras por el estilo) forma parte de nuestra tradición más reciente y sirve para mantener la tensión civilizada entre unos y otros. Después de la tertulia, me quedó más claro que nunca que la Sagrada Família es solo una excusa para decir muchas cosas, el objeto no interesa tanto como emitir unos determinados mensajes muy precocinados.
 
A ver, guste más o menos la gran obra de Gaudí (a mí hay cosas del templo que me gustan y cosas que poco o nada), es evidente que sirve para que los anticlericales de turno (algunos entrañablemente rancios como los beatos más carcas) hagan su particular aquelarre, mezclando prejuicios ideológicos con criterios estéticos; en este sentido, dice mucho de cierto dogmatismo infantiloide que la alcaldesa Colau no haya estado presente en los actos organizados por el arzobispado barcelonés con motivo de la bendición de esta torre.
 

Negar el carácter excepcional del conjunto y el valor del templo resulta ridículo

 
Entre los críticos más sarcásticos también están los que quieren presentarse como los más modernos del barrio con el mínimo esfuerzo. No obstante, estos tienen razón en algunos aspectos de la continuación del templo, que corre el riesgo de verse colonizada por algo próximo al kitsch. Dicho esto, negar el carácter excepcional del conjunto y su valor resulta ridículo. Algunos de estos modernillos de saldo son los mismos que hacen coña barata con la música de las gralles, pero, en cambio, dicen haber quedado extasiados al oír el sonido de una zurna en una plaza pintoresca de un pequeño pueblo en Túnez, donde han alquilado una casa para pasar las vacaciones y reencontrarse.
 
Algunos gaudinianos oficiales tampoco tienen un papel muy lucido en estas polémicas, ni determinados portavoces de la Iglesia, que harían bien en actualizar lenguajes y mensajes al explicar el sentido de un proyecto que se ha convertido en un negocio turístico sensacional. Como catalán y agnóstico de cultura cristiana, agradeceré un poco más de salero a la hora de defender y atacar la Sagrada Família.

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