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Francesc-Marc Álvaro | Exorcismo en los Mossos
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27 dic 2021 Exorcismo en los Mossos

Ha sido un exorcismo político, el más importante del post -procés . Del cese del mayor Trapero al frente de los Mossos d’Esquadra se han hecho interpretaciones muy variadas, seguramente porque el conseller Elena no fue muy claro ni detallado al explicar el relevo del servidor público que tiene la responsabilidad de liderar a los uniformados. El titular de Interior justificó el cambio con objetivos tan legítimos y tan genéricos como consolidar un cuerpo “más próximo, feminizado y arraigado al territorio”. Finalmente, lo que ha quedado ante la opinión pública es que el conseller no se entiende con el mayor, y decide hacer uso de su potestad para buscar a alguien de más sintonía con sus criterios sobre cómo tiene que ser y actuar la policía autonómica.
 
Más allá de las tiranteces entre Elena y Trapero –hacía semanas que eran conocidas– y más allá del concepto de Mossos que tenga la nueva cúpula de Interior, es evidente que el cese del líder policial del 1 de octubre es una suerte de exorcismo de la clase política procesista, y aquí coinciden ERC –que ahora dirige la conselleria– y Junts. Recuerden que un exorcismo es un ritual del catolicismo que se hace para intentar expulsar de una persona un espíritu demoniaco que ha tomado el control de la misma y la ha poseído. Con su cese, el independentismo que gobierna en la Generalitat elimina el control que el héroe del 17 de agosto del 2017 tenía sobre la única esfera del poder autonómico relacionado directamente con el monopolio legítimo de la fuerza.
 

El independentismo quiere cerrar una etapa que no cierra cuando se ocupa de sus asuntos internos

 
Tenemos escrito que Josep Lluís Trapero ha sido víctima de los autoengaños, simulacros y decisiones en caliente que marcaron el procés desde el momento en que el president Artur Mas dio el paso al lado. Como policía moderno y demócrata que quería evitar los porrazos a los votantes, Trapero fue puesto en la picota por los mandos enviados desde Madrid, y fue juzgado y absuelto. Como funcionario público que no participaba del proyecto independentista y acataba la legalidad, Trapero notó el menosprecio de los que habían creado la fantasía de unos Mossos al servicio de una secesión. El mayor quedó en tierra de nadie, mal visto por unos y otros. Algunos no le reconocen –y es mezquino que no lo hagan– que una de las grandes motivaciones de Trapero ha sido evitar que el cuerpo de Mossos fuera eliminado o intervenido de manera permanente por el poder central. Otros tampoco le perdonan que, durante la etapa del conseller Sàmper, ciertas figuras de Interior de la órbita posconvergente fueran cesadas.
 
Con el exorcismo sobre Trapero, el independentismo oficial quiere cerrar una etapa que, paradójicamente, no cierra cuando se ocupa de sus asuntos internos. La independencia hecha desde los despachos de la Generalitat no era el mejor plan, ponía en riesgo la institución. Quizá molesta que Trapero lo vio venir.

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