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Francesc-Marc Álvaro | No se puede congelar el problema
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17 feb 2022 No se puede congelar el problema

Hay un gran malentendido en el modo de mirar este país por parte de los actores políticos, sociales y mediáticos de Madrid: se confunde la situación del independentismo con el estado de lo que denominan “problema catalán”. Me explico: si los partidos independentistas andan peleados y sin liderazgos claros, en los ministerios y otros despachos de la capital española concluyen que el conflicto ya no existe y que, por lo tanto, no hay que hacer nada. Diría –a la luz de las palabras y los gestos de Pedro Sánchez– que el actual presidente sufre esta distorsión: va aplazando la reunión de la mesa de diálogo porque observa que las relaciones entre ERC, Junts y la CUP son muy malas y, además, no hay semana sin disputas, reproches y agrias acusaciones. Digámoslo de otro modo: un independentismo unido, bajo una única estrategia, sin ruido y con capacidad de incidir coordinadamente en Madrid obligaría la Moncloa a moverse.
 
Hoy, el líder socialista piensa que la carpeta catalana puede ir al congelador. Se equivoca, pues cuando mira la olla de grillos independentista cree que le basta con ir tirando con buenas palabras. Pero una cosa es la propaganda oficial y otra es la realidad. El titular de La Vanguardia del día 9 era un poema: “Catalunya paga el 45% del impuesto de patrimonio de toda España”. El subtítulo era todavía más aterrador para el lector de aquí: “Los contribuyentes de Madrid se ahorran 5.200 millones en el periodo 2014-2019”. Hay que ser muy ingenuo o muy ignorante para esperar que el ideal independentista vuelva a ser minoritario cuando las cifras son de esta magnitud.
 
Sánchez ha proclamado que el independentismo es algo obsoleto, propio de los siglos XIX y XX. Un jefe de Gobierno no puede parecer tan desinformado. Hoy, los conflictos nacionales siguen siendo una realidad tozuda que marca la agenda geopolítica, quiérase o no. No puede ser de otro modo cuando la triangulación entre identidades, democracia y bienestar alimenta varios movimientos que anhelan una vida mejor para una determinada colectividad. Muchos expertos explican que la globalización ha puesto en primer plano el papel de los estados como distribuidores de justicia social y derechos. Si una parte de catalanes piensa que el Estado español no es su Estado, ¿qué deben hacer los que gobiernan esta maquinaria? Quedarse quietos seguro que no.
 

El ‘procés’ se terminó, pero el conflicto catalán continúa abierto

 
Se dijo que la mesa de diálogo debía servir para hablar de todo esto. Los costes de aplazarla serán altos, no solo para los catalanes. Si el PSOE confía en que el final del procés es lo mismo que la desaparición del contencioso catalán, pronto verá su error. Salvador Illa puede contarle a Sánchez de qué manera el socialismo catalán pagaría la factura en caso de que el inmovilismo se consolide. Y resulta que los votos que recoge el PSC son siempre imprescindibles para llegar a la Moncloa.
 
De la misma manera que antes lo hicieron Pujol, Maragall, Montilla, Mas y Puigdemont, el president Aragonès avisa ahora al presidente español del peligro de no hacer nada. El lunes, en una conferencia solemne, el jefe del Govern dejó claro que llega la hora de ver avances: “Debemos compartir con el conjunto del país que el proceso de negociación vive un momento de dificultad y creo sinceramente que lo es por la poca valentía del Gobierno español, que no hace una propuesta política para Catalu­nya. El reto que tenemos por delante es inmenso. Por eso no se puede entender si se quiere resolver este conflicto que se dilate la celebración del instrumento que tiene que permitirlo, de la mesa, de forma reiterada por intereses de partido o electorales”. La paradoja es lacerante: por miedo a la derecha, el PSOE acaba haciendo con Catalu­nya lo que piensa que menos provocará a la derecha, pero sin obtener otra cosa que los ataques furibundos de la derecha. Un mal negocio. Como lo sería alegrarse por el previsible batacazo de Casado a cambio de ver a Abascal convertido en el megalíder de todas las derechas.
 
El procés se terminó, pero el conflicto catalán continúa abierto. La falta de reconocimiento nacional y los agravios objetivos que transforman en independentistas a unos ciudadanos insatisfechos con el autonomismo no han desaparecido. Los indultos para los presos políticos fueron una decisión valiente, pero eso no constituía la solución, simplemente permitían crear un marco mínimo para la negociación. Congelar la mesa de diálogo sería el peor autogol de Pedro Sánchez.

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