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Francesc-Marc Álvaro | Disfruten del retrofuturo
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10 mar 2022 Disfruten del retrofuturo

Han entrado ustedes en una gran sala de realidad virtual inmersiva pero no lo saben. Las teorías bienintencionadas sobre un nuevo mundo pospandémico han caducado antes de que podamos romper el precinto. En los titulares de estos días, aparece el sintagma miedo nuclear y uno viaja con el tren de la bruja de Putin, hasta esas tardes de sábado infantiles en las que las películas de guerra se mezclaban con documentales que advertían de los peligros de la bomba atómica.
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Las fotos con el hongo mortífero forman parte de las paredes de nuestra nostalgia en formol, como las imágenes de Pippi Langstrump. Rescato de la casa de mi padre un atlas del Círculo de Lectores de 1970. El subtítulo me fascina: La faz de nuestro mundo en mapas, textos, cifras e imágenes. En el capítulo “URSS, parte europea”, un pie de foto lo dice todo: “Este monumento en Kíev recuerda al hetmán de los cosacos Bogdan Chmelnickij, que unió Ucrania a Rusia”.
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Las previsiones sesudas sobre un nuevo porvenir, marcado por el trauma provocado por el coronavirus, se han ido al garete. La guerra ha borrado de un plumazo ese mundo de colorines que, a imitación de las aventuras de Julio Verne, obligaba a repensarnos como una humanidad dispuesta al propósito de enmienda. Hemos pecado contra la naturaleza y esta nos ha castigado a lo grande: adoptemos nuevas actitudes y rutinas, abracemos un nuevo orden… Y en esto llegó el autócrata con su vieja panoplia, sus bombas y mentiras.
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El presente calca el pasado más negro y, a la vez, imita ficciones de saldo. El retrofuturo es ahora y aquí. Estábamos dopados con el calamar coreano y hemos despertado con la boca seca. Los chavales, en el patio del colegio, ya no emularán las ejecuciones de la mencionada serie, imitarán la épica de las hazañas bélicas. Tras la épica civil del personal sanitario salvando vidas, llega la épica armada de los que se defienden de un imperio invasor. Hemos sacado el polvo al noble término resistencia mientras pasan cosas raras: vuelven los prosoviéticos como el miembro fantasma de un cuerpo amputado, ideología gomosa para dar consistencia a lo que Bernard Crick definió como “política estudiantil”.
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Los hijos adolescentes de algunos de mis amigos se informan de la guerra mediante TikTok, los medios convencionales no cuentan para ellos. No se trata de rechazo a la prensa de los padres, es un cambio cultural profundo, nacido de la confusión que hemos creado los adultos entre información, comunicación y entretenimiento.
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El presente calca el pasado más negro y, a la vez, imita ficciones de saldo

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Esta es la primera guerra en TikTok y crece la primera generación que no echa en falta un hilo para los acontecimientos. Retrofuturo: sobra el relato. Pero no seamos apocalípticos: los analistas de inteligencia militar usan TikTok para descifrar cómo se mueve el ejército enemigo. Hace meses, esta red social permitió que los más listos vaticinaran que el ejército ruso estaba preparándose para la invasión.
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Releo a Anna Politkóvskaya, su libro La Rusia de Putin, del 2004: “Su género [el de Putin] es el monólogo de corte militar, que presupone que los subordinados mantengan la boca cerrada. El jefe se limita a los monólogos y entre los deberes de los mandos inferiores está el de dar su aprobación a lo que escuchan”. La periodista fue asesinada en octubre del 2006.
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El monologuista de Moscú nos lleva de la mano hasta ese lugar donde lo urgente se traga lo importante. Hoy, el siglo XXI se parece tremendamente a esos mundos antiguos y oscuros en los que el absurdo cabalgaba sobre la desesperanza.

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