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Francesc-Marc Álvaro | Más efectos que afectos
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25 abr 2022 Más efectos que afectos

El Gobierno ha movido pieza pero el Govern no se va a conformar con una chapuza que se basa en abrir un “control interno en el CNI”, ejercicio consistente en hacer que aquellos sobre los que recaen las sospechas de actuación ilícita se investiguen a sí mismos. Es un chiste muy malo y una salida que no está a la altura de la gravedad del llamado Catalangate.
 
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Al ministro Félix Bolaños le tocó vender ayer esta mercancía tras la reunión con la consellera Laura Vilagrà, con esa equívoca retórica de consultorio sentimental que Pedro Sánchez usa para el conflicto catalán, como si lo que originó en su día el procés fuera una discusión entre cuñados que no se soportan. “Estamos recuperando los afectos”, soltó el enviado especial de La Moncloa, tratando de solucionar un lío enorme con conjuros mecánicos de la bruja Pirula. Por favor, que alguien avise –al PSOE, al Gobierno– de que esta fraseología es inadecuada además de casi inmoral, sobre todo cuando estamos hablando de un escándalo de dimensiones europeas (como remarca la prensa internacional) y no de una anécdota típica de la España de los Botejara.
 

Urkullu, que tuvo un papel clave como mediador, no está muy contento con todo lo que se va sabiendo

 
El espionaje de más de sesenta personas re­lacionadas con el independentismo catalán mediante el programa Pegasus ha provocado mucho más cabreo del que se ve. Porque los es­piados hablaban también con figuras relevantes de fuera de Catalunya. Por ejemplo, el lehen­dakari Urkullu –que tuvo un papel clave como mediador en octubre del 2017– no está preci­samente muy contento con todo lo que se va sabien­do. Sánchez debe dar una respuesta po­lítica convincente, no sólo a ERC, también a otros actores institucionales, aunque cuente con la inercia favorable de ciertos medios de Madrid y de una opinión pública que acepta que el Estado de derecho vulnere sus reglas básicas, siempre y cuando se trate de perseguir a separatistas y demás elementos de eso que llaman “la anti-España”.
 
No se trata de afectos sino de efectos. Los efectos impredecibles que sobre una democracia que se proclama plena tendrá un caso de espionaje a gran escala de sus propios ciudadanos. ¿Qué separa los regímenes totalitarios y autocráticos de las democracias? Precisamente que las situaciones de este tipo pueden ser esclarecidas por instancias independientes. Pero falla el enfoque. Bolaños, al igual que otros socialistas, ha dicho que el Gobierno “comprende la inquietud y preocupación de las personas afectadas”. Esta no es la perspectiva correcta: el asunto debería inquietar y preocupar a todos los demócratas españoles, también al PSOE y al PP.
 
Pere Aragonès y Oriol Junqueras están es­tirando la cuerda pero no quieren romperla, porque saben que el río revuelto que se aveci­naría, en caso de inestabilidad parlamentaria en Madrid, tendría el color verde de Vox. No obstante, esta vez, ERC no se tragará ningún pla­cebo de Sánchez, se juega demasiado en ello.

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