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Francesc-Marc Álvaro | La plaza de Musk
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29 abr 2022 La plaza de Musk

Es divertido e inquietante a la vez asistir al intento de reformular lo que es y lo que no es libertad de expresión por parte de Elon Musk, el multimillonario que acaba de comprar Twitter. El nuevo patrón hace este ejercicio en paralelo al lanzamiento de tuits sobre nuevas opciones posibles en la red mundial que vehicula el debate político más caliente. En uno de sus tuits, Musk afirma lo siguiente: “Para que Twitter merezca la confianza del público, debe ser políticamente neutral, lo cual significa efectivamente molestar a la extrema derecha y a la extrema izquierda por igual”.
 
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Sobre neutralidad se ha escrito mucho y algo sabemos desde los tiempos lejanos en que los primeros impresores de periódicos eran también sus editores, directores, redactores y distribuidores: no hay medios neutrales aunque los medios más solventes intentan ser veraces y rigurosos dentro de una línea editorial concreta, lo cual no tiene nada que ver con las trincheras que convierten el periodismo en desfiguración. Desgraciadamente, hay público para todo, también para los medios que distorsionan los acontecimientos de manera sistemática.
 

¿Aceptaremos las reglas que fije su dueño o nos largaremos de Twitter?

 
Pero Twitter no es un medio de comunicación, es otra cosa. Es un speakers’ corner virtual, global y con millones de oradores. Es una plaza desde la que se propagan y reciben noticias, ideas, ocurrencias, consignas, rumores, sandeces, mentiras y ruido. Es, también, un teatro hiperbólico de la lucha política, religiosa, cultural e ideológica. Y es, finalmente, una herramienta poderosa para influir en procesos electorales y en la movilización política en general. Musk no se conforma con ser propietario de un grupo de comunicación, va más allá de lo que hizo Jeff Bezos cuando adquirió The Washington Post, en el 2013. El magnate de origen sudafricano tiene la llave de la plaza y, además, quiere rediseñarla a partir de su particular concepto de libertad de expresión, información y pluralismo. ¿Aceptaremos las reglas que fije su dueño o nos largaremos de Twitter?
 
Lo bueno de esta fábula es que está sucediendo ante nuestros ojos de la forma más obscena, transparente dirán algunos. A Musk le gusta que veamos sus jugadas en directo, en las antípodas del poderoso tradicional. Por ello resulta mucho más revelador analizar los silencios del personaje que sus incesantes tuits.

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