11 dic 2015 Plasma i cataplasma
Los debates televisivos electorales no permiten saber quién gobernará de manera más justa y eficaz, es obvio. Estos debates –como se hacen aquí– sólo sirven para saber quién se ha preparado mejor para el debate, no para el gobierno. Un teatro dentro del teatro. Es un juego que se basa en la relación presunta entre la capacidad oratoria de un individuo y su capacidad para tomar decisiones, uno de los mitos fundacionales de la política, que subraya el peso del discurso mientras esconde la centralidad de la acción. Pero es la acción lo que define –por encima de todo– la tarea del político y lo que lo convierte en un especialista en armonizar el interés general en medio de incontables intereses y presiones particulares. Política es lo que haces, lo expliques mejor o peor.
Los buenos políticos son los que aciertan en la acción. Los políticos excelentes son los que acompañan la decisión adecuada con palabras convincentes. Los grandes estadistas son los que hacen avanzar el carro de la historia con una combinación original de visión, acción y discurso. Estos días, vemos personas a las que se ha adiestrado para soltar palabras acompañadas de una determinada gesticulación. Nada más. El problema es la escandalosa falta de naturalidad de casi todos los participantes en estas ceremonias mediáticas, un defecto que muestra todas las tramoyas, trampas y ardides que han planificado los equipos asesores. El espectáculo es tan kitsch que roza la parodia, sobre todo cuando se invita a los candidatos a decir el mensaje de cierre. Entonces, las marionetas mueren colgadas de los hilos que las mueven. Me estoy aburriendo mucho con los debates de estos días, excepto en los momentos en que la saturación de artificio regala el accidente que humaniza al ponente falsamente humanizado por las estratagemas de manual.
No, eso no es la política. Todo eso tiene poco que ver con gobernar. ¿Qué es un buen político? Le pedí un debate sobre este asunto a Basté, para después de fiestas. Del plasma al cataplasma, de Rajoy a Rivera, de las frases con eslóganes encadenados a los chistes prefabricados… Habían prometido regenerar España y pinchan porque no tienen atril y no saben cómo poner las manos. Demasiado plástico donde tendría que haber pasión, dolor y sabiduría para ofrecer un sueño colectivo. Demasiados gurús que confunden la televisión (las series) con la vida, demasiada elaboración del vacío sobre lo efímero, demasiada peluquería y poca caballería.
¿Quién ganó el debate? Es una pregunta arcaica, que tiene nostalgia de un mundo que no aparece en las batallas televisivas de hoy, el souvenir de una verdad a la que hemos renun-
ciado hace mucho tiempo. Tenemos la barraca de feria que hemos querido darnos, para no tener que sentir-nos responsables de lo que salga de la urna.