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Francesc-Marc Álvaro | Paga extra, fot-li!
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10 oct 2011 Paga extra, fot-li!

El presidente de Catalunya anunció que los miembros del Govern y los altos cargos de la administración autonómica no tendrán paga extra de Navidad. Lo hizo al día siguiente de que los médicos, atrapados en el epicentro de los ajustes, reclamaran un gesto al Molt Honorable y a los políticos en general. Como siempre, el mal menor: había que elegir entre encajar el desafío (y ser acusado de populista) o hacerse el sueco (y ser acusado de insensible). Después de esta jugada, se empezó a especular sobre la posibilidad de que la medida fuera aplicada también a los funcionarios, extremo que disparó todas las alarmas, incluidas las de los comerciantes, que se imaginaron las tiendas más vacías de lo que se prevé a causa de la pérdida de capacidad adquisitiva de todos los trabajadores públicos. Finalmente, la vicepresidenta Ortega desmintió oficialmente el rumor.

Lección de este episodio: repartamos los sacrificios, sobre todo entre los de arriba, pero vayamos con cuidado de no estropear una cosa para arreglar otra. Los gestos del poder deben ser proporcionales y mesurados. Una cosa es el comprensible malestar de los profesionales de la sanidad, otra es la demagogia electoral desbocada (estilo Salgado y Chacón) y una tercera bien diferente es el principio de realidad, imprescindible para comprender que el Govern de la Generalitat trata de evitar el colapso financiero. En este cuadro, el debate sobre los recortes tiene un abordaje serio, que consiste en averiguar si estos se hacen mejor o peor y si se explican suficientemente bien. Y, a la vez, tiene un abordaje falaz y estéril, el que pasa por discutir sobre recortes sí o recortes no. Desgraciadamente, el segundo tapa el primero.

El día que se reconoció que 350 personas dedicadas a la política en Catalunya no tendrían paga extra de Navidad pensé que Madrid está hoy más lejos de Barcelona que ayer. Mientras Mas ha asumido que la política de este momento es, por encima de todo, responsabilidad con las generaciones futuras, Rubalcaba, Rajoy y sus respectivos alfiles protagonizan un simulacro de campaña donde los previsibles perdedores hacen ver que quieren ganar y los previsibles vencedores hacen ver que podrán gobernar. El espectáculo, además de tener un escaso interés narrativo, oculta y aplaza el drama de los recortes en el conjunto de España. Después del 20-N, el aterrizaje cerca del abismo que hará la ciudadanía será de los que hacen perder el sentido.

Ni los médicos ni ningún sector llamado a un sobreesfuerzo está contento con la política que se despliega. Pero hay que tener presente que, según las reglas de juego, delegamos en quien gobierna el arte de sacarnos las castañas del fuego. Y, para hacerlo, hay que tomar decisiones. Aquellos que no las tomaron cuando estaban en el poder y la crisis ya mordía podrían ser coherentes y devolver todo lo que cobraron por simular que estaban al frente del país.

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