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Francesc-Marc Álvaro | L’absurd del gènere
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30 dic 2011 L’absurd del gènere

Ha estallado la polèmica porque Ana Mato, nueva ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ha utilizado la expresión “violència en el ámbito familiar” en vez de “violencia de género” que, según algunes entidades feministas, es lo que procede. Confieso que yo quizás habría dicho “violencia machista” porque me enseñaron que el género es para las palabras y no para las personas. Con todo, hay que decir que el adjetivo “familiar” describe bien la naturaleza de una serie de violencias que tienen lugar en el espacio doméstico. ¿Por ejemplo, cómo debemos denominar la violencia que ejerce un padre contra un hijo o un hijo contra un padre o un abuelo? Supongo que, en este caso, hablar de “violencia familiar” no provocaría urticaria entre los vigilantes de la corrección política.

Si lo he entendido bien, las críticas a la ministra se producen porque se da por hecho que el cambio de etiqueta es para “desnaturalizar la violència de género”, en expresión de una jurista citada por este diario. Es, por lo tanto, un debate sobre intenciones más que sobre actuaciones. Algunos (y algunas) olvidan que la ley de violència de género se aprobó por unanimidad, con los votos del PP. La conclusión es evidente: en ciertos ambientes, hablar de género se considera más progressista que hablar de familia, como si los votantes de las izquierdas no tuvieran ni padre ni madre, ni hermanos ni hijos. Habría apostado que la izquierda española ya había superado esta actitud tan poco inteligente de regalar algunos conceptos básicos a la derecha. Ymira que Blair, por ejemplo, hizo un gran trabajo reconfigurando para la socialdemocracia europea palabras como familia, seguridad, patria, orden o esfuerzo. Su tarea retórica fue fina.

Cuando hay cambios en el gobierno de un país también acostumbra a haver modificaciones en la denominación de los cajones que se utilizan para gestionar la realidad. Cambiar los nombres que utiliza la administración es una forma barata, inmediata y efectiva de hacer notar que mandan otros. Un clásico de esta estrategia es hacer que la consejería de Sanidad pase a ser la de Salud o viceversa, o renombrar Educación como Enseñanza o viceversa. La política, poco o mucho, responde a un sustrato ideológico y el lenguaje es transmisor de ideología, incluso cuando parece más inocuo. Para no ir muy lejos, recordaré que la etiqueta “cementerio nuclear” genera más oposición que la expresión oficial “almacén nuclear”. Por no hablar del éxito letal del término “recortes” y de la poca fortuna de “ajustes”.

La ex ministra socialista Bibiana Aído consideraba sin manías que en el mundo hay “miembros y miembras” de una comisión. Ella militaba en el género con tanto fervor que se pasaba el diccionario por el cogote. No consta, por cierto, que esta imaginación léxica seamuy útil a la hora de prevenir el asesinato de mujeres.

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