05 oct 2012 Ximpleria intemporal
Se dice que la inteligencia puede ser infinita mientras que la tontería es siempre forzosamente limitada. El caso de los dos policías locales de Cerdanyola contradice esta tesis de una manera tan sorprendente que haría falta utilizar palabras más precisas. El grado máximo de imbecilidad se concreta cuando alguien se perjudica a sí mismo de manera totalmente innecesaria, sin generar ningún beneficio personal ni a otros. La grotesca performance de estos dos funcionarios es un ejemplo de manual de lo que digo. Además, como corresponde a nuestra época, los improvisados artistas graban su numerito para la posteridad. No se rían, no. La posteridad se ha convertido en una dimensión al alcance de cualquier individuo con un artefacto capaz de capturar un trocito de vida más o menos real o más o menos guionizada. Susana Quadrado, a partir de esta misma noticia, hacía ayer, en este diario, unas reflexiones muy pertinentes sobre la enorme inconsciencia con la que tendemos a utilizar estas máquinas. La cosa toma el color del sainete culebronesco si se confirma, finalmente, que la mujer de uno de los dos policías, en trámites de separación, habría sido la que divulgó las imágenes.
Hablamos mucho del canal y las herramientas y menos de la sustancia o contenido. Internet y las redes sociales nos muestran las mil caras de lo sublime y del horror (y de lo ridículo), pero a mí me fascina pensar en las coordenadas mentales de alguien que, dedicado a patrullar por una ciudad como profesional de la seguridad pública, acaba haciendo el burro de esta manera, sea o no ante una cámara. Porque la estupidez oceánica no es promovida por las tecnologías del siglo XXI, siempre ha habido gente para el museo de las rarezas. Lo que pasaba era que cada uno sólo contemplaba la tontería que tenía más cerca y ahora, en cambio, el universo tonto nos cae encima con una exuberancia que ninguno de nuestros antepasados podía imaginar.
Supongo que los psicólogos o los etólogos (aquí quizás más necesarios) pueden explicar muy bien los resortes profundos que hacen que un sujeto mentalmente saludable y ubicado dentro de la normalidad convencional acabe comportándose de maneras insólitas en un grado superlativo. Mientras espero el juicio fundamentado de algún experto en estos abismos de la condición humana, no puedo privarme de formular una pregunta político-administrativa, sin ganas de molestar: ¿Cómo selecciona el Ayuntamiento de Cerdanyola a los miembros de la policía local? Repito: no quiero meter el dedo en el ojo de nadie, pero es evidente que los que hacen la selección del personal también deberían responder ante un espectáculo tan lamentable. Eso sería lo lógico en una sociedad donde la responsabilidad no fuera una palabra con una tan escasa y frágil relación con la realidad.