04 mar 2013 L’interès general
Un político con altas responsabilidades en Catalunya me decía que una de las cosas más graves de este momento y que más pesimismo le produce es la constatación del menosprecio al interés general por parte de varios actores políticos, económicos y sociales de peso. «La defensa exclusiva de los intereses particulares se ha convertido en el único criterio de muchos de los que recibo -me explicaba- y eso hace imposible sacar adelante ningún proyecto colectivo con cara y ojos». Aunque la situación que vivimos exige un esfuerzo de comprensión de lo que está más allá del problema de cada sector, se ha incrementado la mirada alicorta, corporativa y movida por la táctica de supervivencia. El bien común es un concepto que molesta a determinados actores que, en teoría, influyen fuertemente en su configuración. Me parece que este mal no es sólo catalán, afecta también a la sociedad española. En este sentido, la explosión de los casos de presunta o real corrupción se puede leer como el síntoma más doloroso de esta grave irresponsabilidad de una parte de las élites de la democracia. El sálvese quien pueda lo envenena todo.
El interés general se resquebraja y la política democrática -que es el mecanismo para organizarlo y protegerlo- vive asediada por un descrédito que es, sobre todo, el desprestigio de los partidos como herramientas que una sociedad tiene para gobernarse, de acuerdo con un equilibrio justo entre el bien común y los legítimos intereses de parte. ¿Quién velará para que los egoísmos en pugna no acaben haciendo imposible una síntesis de prioridades que permita resolver los problemas? Los que deben hacerlo son considerados apestados, según los sondeos. Y entonces aparecen nuevas voces y organizaciones que -desde posiciones diversas- hacen enmiendas a la totalidad y tratan de transformar el malestar y el rechazo en una alternativa o en un revulsivo. Cabe de todo: populistas, antipolíticos, regeneracionistas, demagogos, payasos, totalitarios, etc. Las últimas elecciones en Italia indican que estos fenómenos siempre pueden seducir a franjas importantes.
En el diagnóstico sobre las averías democráticas, los que hablan desde fuera del sistema acostumbran a acertar bastante. A pesar de no tener nada en común entre ellos, Grillo, algunos partidos europeos de ultraderecha, UPyD o las CUP tienen como principal virtud señalar lo que los partidos convencionales esconden o aplazan. Sin embargo, una vez hecha esta labor de denuncia, cuando llega la hora de las soluciones (concretadas en programas), todo se complica. Porque hacer propuestas serias es más difícil que fiscalizar las acciones y los discursos de los otros. No hay recetas mágicas contra el malestar y la fatiga. Tengamos claro, sobre todo, que la simplificación de los problemas no servirá para recolocar el interés general en el centro de las decisiones.