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Francesc-Marc Álvaro | Florentino y lo intangible
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25 abr 2021 Florentino y lo intangible

De toda la fábula de Florentino Pérez y la Superliga europea lo que más me fascina es que un tipo tan inteligente como el presidente del Real Madrid no hubiera previsto que su utopía capitalista de competición a medida del mundo global sería aniquilada en pocas horas por el nacionalismo futbolístico de toda la vida, convenientemente alimentado por los discursos de líderes como Boris Johnson, Emmanuel Macron y Mario Draghi. El presidente del Consejo de Ministros de Italia habló de “preservar las competiciones nacionales, los valores de la meritocracia y la función social del deporte”. Desde 1997, cuando una ley del PP declaró que una serie de acontecimientos futbolísticos eran “de interés general”, que servidor no veía algo tan alucinante. Florentino y ­Joan Laporta no vieron venir que el sentimiento inflamado de los aficionados –que es el motor del negocio del balón– podría dinamitar su jugada maestra.
 

A veces, los más poderosos pierden por su sensación de omnipotencia

 
Decir que el fútbol es una religión es quedarse corto. Para mucha gente en todo el planeta, el fútbol es lo único que les permite sentir que forman parte de algo mayor que su existencia, más que un Dios, una patria, un amor, una causa… Tengo amigos que se transforman cuando juega el Barça y conectan con una forma de misterio tan insondable que siento envidia de los momentos en que pierden la cabeza. La comunión en las graderías, los cánticos, las cervezas, los rituales previos y posteriores a los partidos son cosas que constituyen un intangible grandioso. Cuando vi a los seguidores de varios equipos ingleses manifestándose contra el artefacto de Florentino confirmé que, a veces, los más poderosos pierden las guerras porque les domina la sensación de omnipotencia. Se acepta generalmente que el dinero no tiene patria ni color. Esta es la premisa de la Superliga y de todo el deporte espectáculo, también del que depende de la UEFA y las ligas de cada Estado. Esto es así, pero no debe parecerlo. Lo intangible hace olvidar la pasta. Es sexo pero queremos creer que es amor. Por eso, cuando Florentino ha movido ficha, muchos han salido a defender el fútbol como intocable alimento espiritual del pueblo, faltaría más.

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