16 ago 2021 Imagina Kabul
Imagina Kabul a merced de los talibanes. Imagina Kabul desde Barcelona. Imagina lo que les pasará a los afganos –y a las afganas, sobre todo– cuando todo el país esté en manos de los talibanes. Imagina los debates que tenemos aquí (sobre aeropuertos, museos de importación, lenguaje inclusivo, Juegos de invierno y trenes que llegan con retraso) a la luz de la nueva edad media que se impone sobre un Estado fallido del que hoy hablan las noticias y, luego, olvidarás.
Imagina Kabul y recuerda lo que dijo en una conferencia en Barcelona, a finales de octubre del 2001, Bill Clinton, entonces ya expresidente de Estados Unidos: el futuro del mundo “será catalán o talibán”. La frase gustó y permitió que Catalunya –sea lo que sea para cada hijo de vecino– tuviera su momento de pequeña y breve gloria, al ser comparado su modelo desde el punto de vista identitario con algo tan brutal como el régimen talibán, lo cual no deja de ser tan forzado como inservible. Clinton añadió que nuestro país “ha dicho no al separatismo, la violencia y el terrorismo” y lo contrapuso a la senda talibán. En aquel momento, el nuevo independentismo catalán tenía índices de voto que no preocupaban a las élites locales que organizaron la charla de Clinton y, además, todos estábamos bajo el impacto del ataque del 11-S a las Torres Gemelas de Nueva York. En aquellos tiempos, por cierto, Aznar había encargado una ponencia a Josep Piqué sobre “patriotismo constitucional”, loable esfuerzo que, visto lo que parió la FAES después (incluidos varios conspicuos ideólogos de Vox), sirvió de poco.
Los talibanes han vuelto y los muchos que van a sufrirlos no están en nuestra agenda
Imagina Kabul y pregúntate por la peculiar geopolítica del catalanismo/independentismo, siempre presto a solidarizarse con algunas causas del planeta, mayormente cuando el antiamericanismo puede barnizar el gesto, pues en caso contrario pesan más los silencios, las ausencias, los olvidos y el ponerse de perfil. Para el radar del catalanismo-progresismo, capitales como Kabul, Lhasa o Grozni acostumbran a ser poco interesantes, aunque los derechos humanos de los afganos, los tibetanos o los chechenos sean pisoteados sistemáticamente por una u otra forma de tiranía. Todavía tengo presente cuando los tardíos bombardeos de la OTAN para frenar la limpieza étnica impulsada por el régimen serbio en los Balcanes eran criticados agriamente por una parte del pacifismo catalán que se reclama cercano al catalanismo y al independentismo. También recuerdo lo poco que se entendían aquí, en determinados círculos, las políticas de Václav Havel, admirable presidente de la restaurada democracia checa, sobre Defensa y alianzas estratégicas.
Imagina Kabul y piensa en lo mal que lo han hecho Estados Unidos y sus socios al prometer una democracia que no puede sostenerse por sí misma. Los talibanes han vuelto, y los muchos que van a sufrirlos no están en nuestra agenda de buenas obras y nobles sentimientos.