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Francesc-Marc Álvaro | Entre el 14 de abril y el 1-O
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18 abr 2022 Entre el 14 de abril y el 1-O

Para que la cosa no decaiga los socios han vuelto a chocar. Ha sido con motivo de la fecha del 14 de abril, que el Govern ha conmemorado por primera vez con un acto solemne, en el que el president Aragonès ha proclamado que “recogemos el espíritu del president Macià para seguir mirando el futuro en clave republicana”. El homenaje tenía que servir -según apuntó- “para reafirmar el compromiso republicano de la sociedad catalana”. El término republicano es siempre ambiguo en manos de ERC, pues remite tanto al horizonte de un Estado independiente como al republicanismo como filosofía política que reformula los valores progresistas. Así las cosas, el compromiso republicano de los catalanes va por barrios, basta con ver resultados electorales y sondeos.
 
El problema es que, ni mirando al pasado mitificado de 1931, los socios en el Govern son capaces de transmitir un poco de armonía. A la celebración en Palau sólo acudieron dos consellers del partido de Puigdemont -Lourdes Ciuró, la titular de Justícia, intervino junto al president- mientras Jordi Turull y otras voces de Junts criticaron que se haya elegido esta fecha en vez del 1 de octubre, día del referéndum unilateral del 2017. El asunto es bastante ridículo, pues describe una obsesión por discrepar incluso cuando sería más fácil estar de acuerdo. Además, deviene una polémica esotérica para la mayoría de ciudadanos, preocupados por la crisis postpandémica y los efectos de la guerra en Ucrania; las reyertas internas de este nivel convierten a los partidos independentistas en actores incapaces de llegar a un público nuevo, que es a lo que aspiran (según dicen y repiten).
 

Los socios en el Govern no pueden mostrar armonía ni mirando al pasado mitificado de 1931

 
Los juegos de manos con la historia son muy delicados. La consellera Ciuró recordó que “hoy hace 91 años que el president Macià proclamó, desde el balcón del Palau de la Generalitat, la República catalana, el Estado catalán”. Ese gesto, henchido de épica, acabó transformado -como sabe el lector- en la Generalitat autonómica dentro de la Segunda República Española. Macià, que era conocido como “l’Avi”, confesó que plegarse al dictado de Madrid fue “el día más triste de mi vida”. El 1-O del 2017 fue un acto pacífico de desobediencia masiva reprimido con violencia por el Gobierno del PP, pero no dio lugar a ningún mandato democrático. Las conmemoraciones podrían servir también para hablar claro y volver a unir palabras y hechos.
 
Keith Lowe escribe, en Prisioneros de la historia (Galaxia Gutenberg), que “al parecer no somos capaces de decidirnos sobre cuál es el papel que nuestra historia comunitaria debería desempeñar en nuestras vidas”. La vemos como “la base misma de nuestra identidad” y también como “una trampa, de la que parece imposible escapar”. Pero “sin ella” -añade Lowe- no somos nada. Por eso, todos los gobernantes democráticos deben manejarla con pinzas y mucho cuidado.

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