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Francesc-Marc Álvaro | También somos romanos
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24 abr 2022 También somos romanos

Roma es “la ficción hecha realidad”. Lo escribe Josep Maria Fonalleras en un libro de intensidad madura –esto es, contenidamente apasionado– que ha titulado Un cafè a Roma (Univers). Lo he leído pensando en mis viajes a la capital italiana, que son muchos menos que los del colega gerundense, pero no menos hirientes. Porque él también anota que “sales pinchado, de Roma, herido”. Casi siempre, aunque no siempre, por amor, también por desamor. De joven, leyendo a Pla, supe que “los catalanes somos italianos del Oeste”, y es bastante exacto. Ahora, he sabido que también somos romanos, que es verlas venir sin que la muerte te asuste, como quien se come un helado. El amigo Francesco Olivo, periodista de La Stampa que ha vuelto a Roma tras años de vivir en Turín, tiene esta sabia distancia sobre la realidad que lo convierte en un Séneca con vaqueros, con cara de niño interesado por todo.
 
“He ido viendo muchas más cosas de las que vi en ese viaje apresurado, –apunta Fonalleras–, pero las primeras veces son decisivas, el impacto que causan es de por vida”. Incrustadas en las evocaciones romanas, encuentro, en estas páginas y como de propina, una teoría del viaje, que hago mía, con permiso del autor. Hacerse mayor debe de ser esto, también: ahora prefiero regresar a ciudades que ya he visitado que descubrir nuevos destinos. Lo comprobé, hace unos meses, en Nueva York: diluirse en el ruido, no ser ni habitante del lugar ni seguir los rituales del turista, dejarse sorprender por todo y por nada, a medio camino del flâneur y del que se ha perdido. Evitar los lugares obligados, fijarse en lo pequeño, dejar que el tiempo de la ciudad te atraviese sin oponer resistencia. No hacer fotografías, mirar como quien debe volver mañana, observar y olvidar inmediatamente, para poder recordar lo que se ha soñado, más que lo que se ha vivido. Ser alguien que no se nos ha presentado antes.
 

Prefiero regresar a ciudades que ya he visitado que descubrir nuevos destinos

 
“Siempre el deambular, casi sin rumbo, allí donde nos lleven los colores romanos”, suelta Fonalleras (que invoca a Paolo Conte y Nanni Moretti, entre otros), y me viene a la mente ese artículo donde Pla explica la dificultad de escribir sobre “el color de Roma”, una obsesión que lo perseguía. Por esos colores de Roma –ocre viejo de las fachadas, azul nuevo de las tardes– hemos vendido, cuando ha tocado, nuestra alma.

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