Cuál es el lugar del periodista en la sociedad de su tiempo, más allá y más acá de su relato y de la empresa que le paga por él? Manuel Ibàñez Escofet contestó a esta pregunta de la manera más simple y a la vez más arriesgada: el lugar del periodista es el del invitado incómodo, el del visitante que no se quedará, el del extranjero permanente que mira la realidad cercana como si fuera un territorio eternamente remoto y virgen. Así la calle, así el mundo de los poderosos, cualquier porción de realidad mereció para Ibàñez Escofet el ejercicio difícil de la distancia cívica. Ciudadano que no dejó nunca de ser periodista las veinticuatro horas del día, periodista que no renunció al ciudadano liado en la madeja colectiva de sus coetáneos.
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