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Francesc-Marc Álvaro | Faula de Patxi i companyia
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23 ago 2012 Faula de Patxi i companyia

Érase una vez un político que perdió unas elecciones, pero gracias a otro de los perdedores consiguió llegar a la presidencia del Gobierno. Aquel pacto tenía un objetivo evidente: que el ganador en las urnas (el que había quedado en primer lugar) no siguiera gobernando. Y un objetivo más ambicioso y más ingenuo a la vez: que el cambio institucional provocara una alteración sustancial en el mapa de lealtades de los electores (una parte de los cuales tenía ilegalizado su partido). La segunda meta no se alcanzó. Es la fábula de Patxi López y compañía en el País Vasco. Es, con todas las distancias, la fábula del tripartito en Catalunya. La fábula de quien suma debilidades y no coincidencias constructivas y de largo alcance.

Esta fábula nos enseña algunas cosas. Primera: Si bien lo que define un sistema democrático es la capacidad de los ciudadanos de cambiar de gobierno, la alternancia debe responder a un proyecto o, entonces, sólo es un trámite. Segunda: Si bien todo pacto entre partidos es legítimo, todos los acuerdos no son igualmente explicables ni sostenibles ante los votantes. Tercera: Si bien el sistema parlamentario da la presidencia a quien ata una mayoría, el enviar a la oposición a los ganadores disloca la percepción de la voluntad popular y pone en cuestión la relación entre mayorías y minorías. Cuarta: los partidos que pierden el poder, si tienen bases arraigadas, aprovechan el desierto para oxigenarse, indispensable para evitar el inmovilismo. Y quinta: si un liderazgo es débil y no tiene un gran apoyo detrás, el pedestal del cargo no hace milagros.

Después, más allá, la pregunta del millón: ¿Qué ha aportado a la sociedad vasca el Gobierno de Patxi López? No vale decir que ha demostrado que para ser lehendakari no es necesario ser nacionalista. Eso es cierto y es simbólicamente relevante, pero no da sentido, por sí solo, a toda una legislatura que, por otra parte, ha visto como ETA asumía, finalmente, que la violencia no lleva a ningún sitio. Respecto a los gobiernos nacionalistas anteriores (algunos de los cuales fueron participados por los socialistas), ¿ qué ha mejorado de veras durante estos últimos cuatro años? La respuesta debería ser clara. Me temo que no lo es.

Algunos colegas sostienen que a los catalanes nos irá bien que Madrid deba dedicar más tiempo y atención a los vascos. No soy tan optimista. Por un lado, el Gobierno español sabe que, de los dos territorios que son tratados como «anomalías históricas», el peso económico, político y demográfico de Catalunya relativiza -y más cuando el terrorismo ha dejado de actuar- todo lo que pasa en Vitoria. Por otro, debemos tener presente que los rebotes de la política vasca sobre Catalunya acostumbran a ser diabólicamente imprevisibles y casi nunca nos son favorables.

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