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Francesc-Marc Álvaro | Manifestar-se el dia 11
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06 sep 2012 Manifestar-se el dia 11

Mucha gente que no ha ido nunca o casi nunca a ninguna manifestación ha decidido que, la tarde del próximo martes, se manifestará por las calles de Barcelona. Este 11 de septiembre verá, pues, como muchos ciudadanos se estrenan. Sin ninguna pretensión estadística y a partir de conversaciones recientes, se puede prever que estos nuevos manifestantes serán de edades, territorios, afinidades políticas y entornos sociales diversos. Es evidente que algo nuevo sucede en el interior de la sociedad catalana cuando sectores que habitualmente no se movilizan deciden que quieren estar ahí. Pasó algo parecido con la gran manifestación del 10 de julio del 2010 contra la sentencia del TC sobre el Estatut.

Interpretar esta manifestación que se prepara será fácil y difícil a la vez. Fácil porque el lema escogido, Catalunya, nou estat d’Europa, es muy claro y no permite ambigüedades. Es un lema que coloca las ambiciones colectivas más allá de la vía autonómica y más allá también de cualquier pacto fiscal. Aquí hay la primera paradoja: el independentismo parlamentario tiene un techo electoral limitado, pero el independentismo de cariz más civil marca la agenda de la entrada al nuevo curso, hasta el punto de que los partidos principales se ven arrastrados por una dinámica que nadie parece controlar. Esta circunstancia genera muchas preguntas dentro y fuera del soberanismo.

A la vez, interpretar la manifestación del día 11 también será difícil porque el Govern quiere utilizarla para presionar en la negociación de un nuevo pacto fiscal con el Gobierno español, un objetivo muy concreto que no deja de ser una última oportunidad de mantener el statu quo. En este sentido, y en coincidencia con determinados dirigentes del PSC que ahora han sido defenestrados, la cúpula de CiU plantea la manifestación como una manera de decir a los poderes de Madrid que las demandas de una relación fiscal más justa tienen el aval de una mayoría muy sólida y muy activa. De aquí cuelga la segunda paradoja, que ya hemos apuntado en artículos anteriores: el nuevo pacto fiscal es vendido como el dique de contención del independentismo y, a la vez, como una palanca para acelerar un hipotético proceso de secesión. Este es el punto más débil de la gran apuesta de Mas que -no debemos olvidarlo- ha conseguido un consenso muy amplio.

La manifestación del martes no cambiará nada por arte de magia pero influirá sin duda sobre la política oficial. Por lo tanto, el impacto del gesto ciudadano sobre la realidad dejará a todo el mundo un poco descontento. El día 12, Mas-Colell seguirá sufriendo para cuadrar los números y pagar las nóminas, y Catalunya tendrá el sambenito de ser una autonomía que ha pedido el rescate al Gobierno. Y, poco después, el 20, Mas se entrevistará con Rajoy para hablar del pacto fiscal y no de la independencia, un encuentro del cual no se esperan grandes frutos.

En el imaginario del catalanismo, la manifestación multitudinaria es muy importando porque remite al momento clave en que el movimiento llegó a la mayoría de edad política, al principio del siglo XX. La manifestación representaba la fusión estratégica de intereses de los sectores populares, los grupos intelectuales y la burguesía más dinámica en torno a la reclamación identitaria revestida de regeneracionismo. En estos momentos -según los más optimistas dentro del soberanismo- la manifestación de este año pondría en evidencia una nueva alianza de intereses en torno a un proyecto que, después de cien años de esfuerzos, habría renunciado definitivamente a catalanizar la España castellana. En este punto, todavía hay mucho trabajo que hacer entre las élites económicas y entre los sectores provenientes de la inmigración de los años sesenta y setenta.

Estoy seguro de que la manifestación del 11 será un momento relevante que condensará muchas cosas. Siempre y cuando no se pierda el carácter transversal y poliédrico que ha tenido el catalanismo cuando ha sido central, atributos que le han dado arraigo y fuerza. No todo el mundo llegará el mismo día a la conclusión que sintetiza el lema de la manifestación organizada por la Assemblea Nacional Catalana y la Associació de Municipis per la Independència. Entender eso es esencial para evitar polémicas estériles y sectarismos.

Hay dos tipos de análisis que acaban caricaturizando el panorama de complejidad dentro del cual tendrá lugar la manifestación de la Diada. Para unos, el soberanismo sólo es un calentón que no está conectado con las preocupaciones reales de la gente, que son la crisis y el paro. Para otros, la actual efervescencia soberanista permitiría una secesión exprés y fácil. El día 12, tendrá lugar una batalla entre estos dos extremos. Es necesario huir de estas reducciones para extraer de la manifestación las lecciones que nos permitan distinguir dónde estamos del lugar donde parece que estamos. El país está cambiando en una dirección determinada pero la sociedad catalana no ha dejado de ser internamente muy diversa, con intereses contrapuestos, con sentimientos en pugna y con lealtades superpuestas.

Los que nos manifestaremos el martes debemos tener bien presentes a los que, a pesar de los agravios, no habrán salido.

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