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Francesc-Marc Álvaro | De Pasqual a Mas
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11 nov 2012 De Pasqual a Mas

Ella, que con tanta acritud criticó a Mascarell cuando el antiguo príncipe municipal socialista cambió de bando para convertirse en conseller del actual Govern, ahora votará CiU por primera vez en la vida. ¿Cómo puede una mujer progresista, urbanita, olímpica (del 92) y cosmopolita apoyar a los convergentes y no estar loca? Debo corregir, porque escucho su voz -estridente y con aquel acento catalán de la Barsalona pija- haciendo una precisión importante: «Yo no votaré Convergència, votaré Mas». Ok, amiga. Queda hecha la aclaración. Ciudadana por el cambio, miembro eterna del club de fans de Pasqual (ella siempre llama así a Maragall) y declarada enemiga del pujolismo durante años, ahora cae al lado oscuro de la fuerza, pero todavía no se atreve a explicar su mutación a todo su círculo de amistades. Fue un viejo amigo (que conoce de los tiempos antiguos en que ambos militaron y rieron en Bandera Roja) quien la invitó a una reunión donde, después de escuchar muchas reflexiones, llegó a la conclusión (siempre algo dolorosa) de que tiene que apoyar a Mas sí o sí.

A ver, no es que le hayan lavado el cerebro. Sigue pensando que los convergentes están muy lejos de su mundo y de sus referentes (aunque le caen bien algunos alcaldes jóvenes de la federación porque visten modernillo y votan a favor del matrimonio gay), pero se siente huérfana. Después de que el aparato del PSC sacrificara al presidente Maragall con un estilo que no puede ser calificado exactamente de elegante, ella empezó un proceso de decepción creciente en relación con las siglas que siempre habían recibido sus votos, a excepción de las primeras generales de 1977, que votó al PSUC.

Podría ser, quizás, una de las futuras militantes del nuevo partido que intentan organizar Ernest Maragall y Josep Lluís Carod-Rovira, pero no cree que estas dos respetables figuras encarnen el tipo de dirigente que se arremanga y que, desde abajo, impulsa un proyecto. Además, conoce demasiado bien los tics del Tete, porque durante una época trabajó en el Ayuntamiento de Barcelona y sabe que las personas cambian, pero no lo hacen completamente.

Pasqual era la ilusión constante que transformó las utopías juveniles en una marca mundial y rentable. Mas no es Maragall, por supuesto. Al gran alcalde de Barcelona todo el mundo le reía las gracias y tenía un punto de genialidad que conseguía superar todos los problemas que lo rodeaban. Dicho esto, lo que más le gusta del candidato de CiU es su formalidad y preparación, ese talante de vendedor serio de seguros que te transmite confianza. Y, sobre todo, que diga las mismas cosas en Barcelona, Madrid y Bruselas.

¿Y qué piensa ella de la independencia? Le gusta la expresión «Estado propio» y no le da muchas vueltas. Y le hace gracia que su hijo pequeño tenga la estelada en la pared de la habitación.

 

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