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Francesc-Marc Álvaro | Compromís i calendari
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09 sep 2013 Compromís i calendari

Es significativo que personas ideológicamente antagónicas (un cantante de la CUP hijo de uno convergente de toda la vida, uno ex-alto cargo de ERC de los que reflotaron a Montilla, un empresario mimado por los gobiernos Pujol y un columnista de Madrid que añora a Roca) consideren que Mas se  ha rajado y se desdirá de su compromiso de realizar un referéndum sobre la independencia. Es significativo y nos lleva al terreno pantanoso de las interpretaciones de las interpretaciones: cada uno encuentra en las palabras de Mas lo que cuadra con sus planteamientos. El president tiene una parte de culpa cuando se ve obligado a matizarse varias veces en pocas horas. Demasiada polvareda. Demasiada ansiedad.

Mi interpretación (tan discutible como todas) es la siguiente: Mas mantiene su compromiso de hacer la consulta (sería suicida no hacerlo), pero introduce dos concreciones para públicos diferentes. Primera: la cita con las urnas será en 2014, como quiere el núcleo duro del soberanismo social y como se ha pactado con ERC. Segunda: se intentará que el referéndum sea tolerado (si no autorizado) para el Gobierno, como quieren los que piden agotar todas las posibilidades del marco legal para hacer el proceso más sólido ante terceros. Lo primero está en manos de Mas y lo segundo no. A partir de aquí, la única noticia de estos últimos días es la divulgación del plan B del president, eso es convertir los comicios catalanes en un plebiscito sobre la independencia, una hipótesis que hace meses circula oficiosamente.

El gran problema de esta opción, tal como la formula Mas, es el calendario: el hito del 2016 no se lo comprará nadie. ¿Alguien se puede imaginar que, después de una consulta prohibida por los poderes del Estado, el actual Govern pueda ir tirando como si nada dos años más? Hoy es impensable que Junqueras abone esta espera. Ahora bien, a favor del teórico calendario de Mas hay un factor que no es pequeño: durante 2015 tocan elecciones municipales, autonómicas en muchas comunidades y también generales. Y, por encima, está el recorrido de la crisis y la gestión del día a día de la administración catalana. El país no aguantaría fácilmente un tiempo de barbecho, no porque lo diga Carme Forcadell sino porque los números de Mas-Colell son de una dureza implacable, un recordatorio permanente de lo que representa materialmente pertenecer a un Estado como el español.

Jordi Graupera da en la diana cuando escribe que «cuanto más te alejas de la voluntad de hacer una consulta más marginal eres». Tomen nota. Por eso me parece que Mas, que tiene como bandera principal el referéndum, quiso hablar antes de la Diada, para remarcar que, en tanto que líder (tocado pero no hundido) de la nueva centralidad, a él le corresponde el control del tiempo político. Escuchando la calle pero mirando el Parlament, y evitando tropezar más de la cuenta.

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