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Francesc-Marc Álvaro | La salut i els ministeris
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20 dic 2013 La salut i els ministeris

El mismo día que hemos sabido que el Ministerio de Sanidad y las autonomías harán una norma para prohibir el cigarrillo electrónico en hospitales y escuelas, también hemos sabido -gracias a Cáritas- que la falta de una vivienda digna y la pobreza crónica generan un deterioro alarmante de la salud física y mental de las personas vulnerables. Los datos recogidos por la admirable oenegé católica son duros, pero no nos dicen nada que no pudiéramos intuir si andamos por la calle y vamos con los ojos abiertos: que la falta de recursos acaba haciendo más débiles a los débiles, incluso cuando hay redes públicas y privadas que trabajan para amortiguar el problema. La crisis ha agudizado situaciones que tenemos al lado de casa.

La coincidencia del informe de Cáritas con la regulación del cigarrillo electrónico (una moda que prolifera a gran velocidad, si hacemos caso de la apertura de locales que se dedican a este comercio) provoca que, otra vez, me pregunte qué papel deben tener las administraciones y los poderes públicos en general en relación con la salud de los ciudadanos. Da la impresión que los ministros y consellers del ramo saben muy bien cómo proyectar una imagen protectora del Estado cuando aparece un enemigo fácil, sea el cigarrillo electrónico o los alimentos con grasas saturadas. En estos casos, nuestros gobernantes prefieren pecar de sobreprotección, lo que les permite decir -solemnemente- que cuidan de la calidad de vida del personal. No digo que el cigarrillo electrónico no haga daño, sólo subrayo que echo de menos el mismo celo vigilante ante otros fenómenos. Por ejemplo, ante la salud estropeada de los que viven en la pobreza, sobre todo las personas mayores.

Los más débiles de entre los débiles con menos capacidad de respuesta. Este es el objetivo primordial de cualquier política social, sobre todo cuando los recursos han disminuido y no se puede hacer todo lo que se hacía. Cigarrillos electrónicos bajo control, de acuerdo. Pero también una atención extrema para acabar con los pisos fríos donde las abuelas solas dejan pasar las horas, en medio de una enorme indiferencia. Sentido de lo que es importante y de lo que lo es menos. En este contexto, se echa en falta un cambio en los discursos de los gobernantes, que siempre son a la defensiva. Iría bien una actitud más valiente a la hora de explicar las prioridades. Más valiente y menos tecnocrática, sin necesidad de la retórica de la emoción exprés.

Hablamos sobre el mucho o poco Estado en el cuidado de nuestra salud y hablamos poco sobre los lugares donde esta función es insustituible, a menudo sin que eso sea competencia del ministro o conseller del sector. Quiero decir que me preocupan mil veces más los ancianos que se mueren de frío y hambre que los consumidores de cigarrillos electrónicos.

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