ajax-loader-2
Francesc-Marc Álvaro | Estètica i poder
4917
post-template-default,single,single-post,postid-4917,single-format-standard,mikado-core-2.0.4,mikado1,ajax_fade,page_not_loaded,,mkd-theme-ver-2.1,vertical_menu_enabled, vertical_menu_width_290,smooth_scroll,side_menu_slide_from_right,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.5,vc_responsive

10 feb 2014 Estètica i poder

Ante el juez Castro, Cristina de Borbón declaró que puso punto final a su vinculación con el Instituto Nóos «por estética, por imagen». Hay asuntos que nunca pasan de moda. Es lo de la mujer de César y la honradez, es el viejo conflicto entre la realidad y las apariencias. Los poderes son lo que hacen y lo que representan. En tiempo del imperio romano y en la era de Twitter. La estética del poder define la naturaleza de este mismo poder, por eso resulta sorprendente que algunas instituciones hayan tenido que esperar a que su credibilidad esté bajo mínimos para ser conscientes de todo lo que comunican por defecto, incluso cuando pensaban que su impacto sobre la gente podía ser neutro. El pensamiento mágico, instalado en el corazón del sistema, ha creado una idea equívoca de consenso y ha despreciado la inteligencia del ciudadano. La estética nunca es un accidente, sino una consecuencia.

El mensaje de la hija pequeña del Rey llega la misma semana que hemos conocido el último barómetro del CIS, que certifica la avería de los dos grandes partidos españoles, PP y PSOE, así como la penosa consideración que sobre sus respectivos líderes hay entre la mayoría de los votantes. Rajoy y Rubalcaba también tienen un problema de estética, que es el producto visible de muchos otros desastres. Estos días, también hemos visto como, ignorante de las reglas de la democracia mediática en que vivimos, Montoro se ha hecho varios autogoles al hablar sobre las balanzas fiscales, un caso de imagen gubernamental caótica. A su lado, el ministro Fernández Díaz, a propósito de la muerte de varios inmigrantes que querían llegar a Ceuta, ha dado pruebas de una gestión que, para ser suaves, podemos calificar de poco estética y alejada de aquellos mínimos éticos que se esperan de un Estado de la UE. El poco sentido estético de quien gobierna también ha dominado las actuaciones del presidente Alberto Fabra, sin manías a la hora de amenazar a la Acadèmia Valenciana de la Llengua por recordar que catalán y valenciano son un mismo idioma. O las palabras del presidente extremeño José Antonio Monago, relacionando la negociación de la financiación autonómica con «un mercado de judíos», declaración que pone en evidencia los perfiles éticos y estéticos de ciertas élites regionales. Qué lejos, todo, de la estética impecablemente democrática y respetuosa de David Cameron dirigiéndose a los escoceses para que se mantengan en el Reino Unido. El abad de Montserrat, en cambio, no puede decir lo mismo del Vaticano.

El guión de la política española tiene tendencia a los viejos esquemas. Aznar ha comprado una casa de lujo en Marbella mientras emite doctrina desde la FAES. No hay que decir nada más. Estética de victoria. Marbella no es una ciudad sino un estado del espíritu, un ideal. Y todavía hay quien se extraña de que muchos catalanes quieran desconectar.

Etiquetas: