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Francesc-Marc Álvaro | Gent i partits
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03 mar 2014 Gent i partits

El termómetro del proceso soberanista no es -como piensan algunos erróneamente- un artículo desenfocado de un conseller sobre Puig i Cadafalch sino otros fenómenos de más entidad. Si se quieren hacer pronósticos que no sean puras proyecciones de deseos, hará falta afinar y observar allí donde hay menos luz. ¿De qué depende la robustez de la apuesta que quiere concretar el derecho a decidir? Esta es la cuestión fundamental para hablar del momento político con conocimiento. Si sólo se atiende lo que hacen y dicen los partidos, parece que la energía que generó el pacto sobre la fecha y la pregunta del referéndum se está desbravando en un largo día a día que puede ser eterno hasta el 9 de noviembre. La falta de acuerdo entre CiU, ERC e ICV para incorporar un punto común en sus programas para las europeas confirmaría los peores augurios sobre el exceso de tacticismo y el peso de los intereses de cada cúpula por delante del compromiso adquirido con una mayoría social movilizada.

La buena y mala noticia es que nada de lo que hagan o dejen de hacer los partidos favorables al derecho a decidir tiene -de momento- la capacidad de desactivar el proceso, un elemento importantísimo que se desconoce o no se tiene muy en cuenta en Madrid, donde todavía impera la creencia de que estamos ante un desafío construido desde arriba por CiU, ERC y el Govern de Artur Mas. Las inercias civiles del proceso y las bases que lo sostienen son más fuertes que la fachada institucional. En este sentido, los partidos siempre han ido a remolque, desde la sentencia del TC contra el Estatut. Mientras Mas no retroceda, los sectores más implicados se sentirán acompañados -no dirigidos- por la política oficial, al margen de las mezquindades partidistas. Llegado el momento, el votante premiará o castigará a quien quiera.

¿De qué depende, pues, la robustez de la vía soberanista? De dos actores que interactúan al margen de los cálculos estrictos de partido: del Govern y de la parte de sociedad que ha desconectado del dictado de Madrid, vehiculada mediante entidades como la ANC y otras. En medio, las formaciones presentes en el Parlament. Si los partidos favorables a la consulta no son lo bastante generosos y flexibles para entender la oportunidad histórica, se convertirán en cómplices involuntarios de los que esperan que nada se mueva.

Supongo que las razones de CiU, ERC e ICV para no acordar ningún punto de cara a las europeas son respetables. Pero también podría ser que los dirigentes de los aparatos de estos partidos no se acaben de creer lo que la gente quiere cuando se ha manifestado. Y la gente quiere -además de independencia- una nueva manera de hacer política. Si se deja la política de grandeza para el día en que se convoquen unas plebiscitarias para saltar la pared, quizás será tarde. La responsabilidad no se puede aplazar.

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