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Francesc-Marc Álvaro | Banderes d’Europa
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07 mar 2014 Banderes d’Europa

A partir de ahora, propongo que las banderas de Europa que se venden (incluidas las más baratas de los bazares chinos) lleven una pequeña etiqueta donde se diga -al estilo de las advertencias que figuran en los paquetes de cigarrillos- que el europeísmo perjudica seriamente la salud y puede llegar a causar la muerte. Los manifestantes que durante muchos días en Kíev han exhibido la bandera azul de la UE para expresar que quieren una verdadera democracia no eran conscientes de la distancia entre el símbolo y la realidad. La Europa civilizada de la cual estos ucranianos quieren formar parte no tiene bastante musculatura política para forjar una posición que vaya más allá de los intereses de Merkel. Bruselas anima revueltas que, después, no tienen un apoyo rápido y valiente por parte de las autoridades comunitarias.

Dejando de lado el caso especial de Crimea -con el cual no se pueden hacer paralelismos fáciles con la política de Catalunya o España-, es descorazonador, para los ucranianos partidarios de mirar hacia Occidente y librarse de la pulsión imperialista de Moscú, comprobar que todavía hoy hay quien justifica, a partir de la geografía, que algunos pueblos se sometan a la fuerza bruta como quien acepta que llueve. Es una explicación barata para decir que los solemnes valores del proyecto europeo no son de aplicación en determinadas latitudes. Este argumento me recuerda -salvando las distancias- a aquellos extranjeros que justificaban la dictadura de Franco a partir de la absurda premisa que «África comienza después de los Pirineos». Según este criterio perverso, los españoles de 1960 tenían que resignarse a vivir bajo un régimen autoritario, como los ucranianos de hoy -según ciertos analistas- deberían olvidar sus veleidades europeístas y resignarse a la tutela asfixiante de Rusia, que tiene la llave del gas y un ejército que habla un lenguaje más directo que el de la lenta burocracia de la UE.

La bandera de Europa -tan bonita, con sus estrellas doradas sobre un fondo azul- simboliza la democracia, la libertad, la justicia, los derechos humanos, etcétera. Los sectores urbanos, jóvenes y más informados de Ucrania, los que quieren construir un sistema democrático homologable, pensaban que este trozo de tela era una especie de salvoconducto para entrar en el siglo XXI y huir de las sombras de la guerra fría. Pero el poder inoperante y blando de Bruselas recula ante el poder duro y decidido que muestra el Kremlin.

Me viene ahora a la cabeza el desaparecido presidente checo Havel, hombre de paz y, al mismo tiempo, rotundo partidario del ingreso de su país en la OTAN, un detalle que muchos de sus admiradores de aquí no entendieron nunca, especialmente los progres oficiales, nada empáticos con quien había sido víctima de una invasión soviética.

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