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Francesc-Marc Álvaro | Deures de Mas
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02 feb 2015 Deures de Mas

La decisión de la dirección de ERC de forzar la comparecencia de Mas en la comisión de investigación del Parlament sobre el fraude fiscal, creada a raíz del caso Pujol, no aporta nada nuevo sobre el verdadero guión de los republicanos, pero, en cambio, muestra algunos problemas del espacio convergente, que ya hemos apuntado en otras columnas. Junqueras -que confesó que votaría Podemos si se sintiera español- debía dar satisfacción a una parte de su parroquia, sobre todo después de apoyar los presupuestos del Govern de CiU, un público que siempre sospechará de la limpieza de cualquier convergente pero que celebrará con entusiasmo el fichaje de cualquier socialista que abrace la nueva fe, aunque provenga del corazón del establishment, caso de Ernest Maragall y otros. ERC es fiel a un carácter. Por eso se equivocó el conseller Vila acusando a sus socios/competidores de poco patriotismo. El problema de los republicanos es otro: son muy poco políticos, lo cual les hace simpáticos en una Catalunya que nunca ha entendido la verdadera naturaleza del poder. Basta comprobar de qué manera hablamos de una futura Constitución.

A veces, el mundo convergente olvida que, para generar cambios, debes tomar la iniciativa sin miedo a provocar algún terremoto. Cuando Mas presentó solemnemente su hoja de ruta para la independencia, el 25 de noviembre del año pasado, consiguió remover los fundamentos de muchos entornos, empezando por los de su propio partido y los de la federación con Unió. Sería un error que aquel espíritu de sacudida quedara apagado y olvidado sólo porque ERC no aceptó el plan presidencial. Los sectores sociales que se han hecho soberanistas en los últimos años valoran que sea el líder de CiU quien conduzca este proceso, es su talante tranquilo lo que les da confianza. Pero estos mismos sectores también quieren gestos relacionados con la regeneración democrática. En este sentido, habría sido más eficaz que Mas hubiera pedido comparecer en comisión desde el primer día. Una vez asumido que el caso Pujol hace daño a CDC, es mejor para el president ser activo que esperar a que las cosas ocurran. Esta comparecencia debería ser una oportunidad para blindar la credibilidad de Mas, que fue víctima de graves informaciones falsas durante la campaña del 2012.

Los meses que van desde ahora hasta el 27 de septiembre tendrían que servir para que Mas impulsara una profunda refundación de CDC, una revisión valiente de las relaciones con Duran y una nueva perspectiva -también valiente y más franca- del campo compartido con ERC, la CUP y las entidades soberanistas civiles. Por cierto, teóricos de la nueva hegemonía sueñan con una eventual suma de izquierdas, que podría justificar que la independencia no fuera tan exprés como ahora se promete. Las municipales no facilitan estos deberes, pero aplazarlos sería mucho peor.

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