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Francesc-Marc Álvaro | Sense parlar de Catalunya
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03 mar 2016 Sense parlar de Catalunya

Tengo una gran curiosidad por saber qué dirán los historiadores del futuro sobre el debate de investidura de Pedro Sánchez. En un momento en que una parte importante de la sociedad catalana es partidaria de hacer de Catalunya un Estado independiente, el hombre que pretende ser el nuevo jefe de gobierno de España afronta esta situación con una falta de imaginación aterradora. “No se puede hablar de nada que esté fuera de la ley” es su frase más repetida. Mientras hay un 48% de electores que apoyan a partidos independentistas, Sánchez se limita a repetir que la soberanía es un asunto intocable y fuera de cualquier negociación.

No podemos decir que el líder del PSOE nos haya sorprendido. Hace tiempo que, en este asunto, demostró que tiene mucho miedo a decir o hacer nada que le aleje del PP. Recuerden que habla siempre de Catalunya como “singularidad”, ni tan sólo se atreve a utilizar el término “nacionalidad”, que aparece en la Constitución de 1978. Puede parecer una paradoja pero no lo es: la prueba más clara que Sánchez no tiene ningún proyecto serio para España es, justamente, que no tiene ninguna idea nueva ante el principal problema español de hoy, que no es otro que la aspiración independentista. Los dirigentes socialistas imitan la respuesta de los dirigentes populares, y sólo ponen palabras más suaves y alguna sonrisa.

Sería fácil decir que la falta de propuestas ante esta encrucijada histórica se debe a su acuerdo con el partido de Rivera, que nació –hay que tenerlo presente- como formación anticatalanista mucho antes del crecimiento del soberanismo, con una agenda centrada en negar el carácter nacional de Catalunya. La obsesión de los fundadores de Ciudadanos es la identidad en versión jacobina y eso forma parte del ADN de su versión general española, por mucho que ahora quiera definirse como centrista o liberal-demócrata. Como ha notado Iceta, el origen del partido naranja es un antinacionalismo catalán primario, perfectamente conectado –atención- con las ideas de la FAES de Aznar. El socialismo catalán no puede encontrarse cómodo con este acuerdo, pero ha contribuido a él (sin saberlo) al renunciar al derecho a decidir, error que pagará caro y que ha aprovechado En Comú Podem para ganar posiciones. La falta de respuesta de Sánchez al ser preguntado sobre la inmersión lingüística –defendida siempre por el PSC- es la metáfora del callejón sin salida que el intento de investidura representa para los herederos de Reventós, Obiols y Marta Mata, entre otros.

El diagnóstico que hace Sánchez de la realidad catalana no puede ser más erróneo ni más desafortunado. Ayer y martes lo definió varias veces como “crisis de convivencia”, dando a entender que en Catalunya la gente vive enfrentada por motivos étnicos, como si habláramos de los Balcanes o del UIster. Si es ignorancia, Sánchez pone de manifiesto un nivel de desconocimiento impropio de quien aspira a vivir en la Moncloa. Si es mala fe, el discurso del socialista sobre el proceso sería un gran éxito de los populares y de la caverna mediática. Homs y Tardà, en sus intervenciones de ayer, advirtieron a Sánchez que esta etiqueta desfigura lo que hoy pasa en Catalunya, pero el líder del PSOE no corrigió su definición. Cuesta de creer que la catalana Meritxell Batet, del equipo de confianza de Sánchez, piense que esta falacia ayudará a encontrar salidas.

En correspondencia con un diagnóstico erróneo, Sánchez ofrece soluciones que quieren recuperar –parece- “el peix al cove” de otras épocas, como si no hubiera pasado nada importante desde 2010, lo cual no casa mucho con una constatación realista que él mismo expresó el martes: una parte de la sociedad catalana “ha desconectado”. ¿Reactivar la comisión bilateral Estado-Generalitat hará que muchos catalanes conecten nuevamente con el Estado español? ¿Qué Madrid atienda de una vez la financiación de las personas dependientes hará disminuir el independentismo a un 20%? La falta de visión afinada de lo que representa la conversión de muchos ciudadanos a la estelada nos muestra un PSOE que no quiere o no puede leer las transformaciones de fondo. Mientras Podemos considera que un referéndum sobre Catalunya no sería una tragedia sino una oportunidad para reformular el proyecto de España, el socialismo oficial es incapaz de intentar una operación que se arriesgue a convencer a los catalanes de que no se marchen. No habrá verdadero “gobierno del cambio” en España que no incluya un cambio de perspectiva sobre el proceso catalán, eso es axiomático. Dicho de otro modo: más allá de lo que haga al Govern Puigdemont, el nuevo presidente español no podrá simular que los catalanes de hoy son como los que votaban Pujol y Maragall.

La actitud a la hora de hablar de la Catalunya en desconexión sirve para medir la credibilidad de los que quieren coger las riendas del Estado español. Es un contrasentido espectacular. He ahí como la ausencia más escandalosa se acaba convirtiendo en el indicador del verdadero patriotismo español, el que no debería esconder la cabeza bajo el ala.

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