ajax-loader-2
Francesc-Marc Álvaro | El resultat final
3858
post-template-default,single,single-post,postid-3858,single-format-standard,mikado-core-2.0.4,mikado1,ajax_fade,page_not_loaded,,mkd-theme-ver-2.1,vertical_menu_enabled, vertical_menu_width_290,smooth_scroll,side_menu_slide_from_right,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.5,vc_responsive

01 abr 2016 El resultat final

La muerte de Imre Kertész es el adiós de un testigo de alto nivel. Necesitamos testigos, todavía, siempre. A veces, me encuentro por la calle a su traductor al español, Adan Kovacsics, un hombre elegante que lleva sombrero, anda pensativo y saluda amablemente. Alguna vez, en el tren, yendo o viniendo de Barcelona, he tenido la oportunidad de disfrutar de su conversación, llena de referencias sabias y observaciones agudas.

Recupero ahora una entrevista de Kovacsics a Kertész, publicada en El País en enero de 2013. En aquel papel, el premio Nobel húngaro se lamentaba del protagonismo inquietante de las fuerzas de ultraderecha, antisemitas y xenófobas, en su país. Y explicaba que la esencia de su obra es “trasladar lo ocurrido a una dimensión espiritual. Que quede en la conciencia, aunque ahora lo veo con menos optimismo que hace unos años. El Holocausto es el hundimiento universal de todos los valores de la civilización”.  Kertész no hacía pronósticos alegres, consideraba que “el Holocausto no está presente en la conciencia de los políticos europeos”. Para el literato, aquello que hizo posible Auschwitz no ha desaparecido, empezando por el antisemitismo, disfrazado, a veces, de otras causas. Las opiniones de Kertész –influido por la deriva reaccionaria de su patria- no son tranquilizadoras, huyen de la zona de confort y de lo políticamente correcto. Él era un testigo y desde esa autoridad levantaba acta del presente. A la vista de ciertas actitudes irresponsables y de ciertas decisiones contrarias a los derechos humanos, es evidente que los políticos europeos se han extirpado la memoria del gran horror. En este sentido, el autor de Sin destino, fue profético.

¿Qué hay bajo la costra de una cierta Europa? ¿El bienestar, la democracia, la libertad son conquistas irreversibles? En Yo, otro, Kertész escribe –año 1993- esto: “¿Qué me separa de la clase media húngara cristiana (que es más una clase intelectual media que una verdadera clase media)? Que ella concede importancia a la diferencia existente entre los insultos del conde Pál Teleki contra los judíos y los insultos de Ferenc Szálasi contra los judíos. A mí, en cambio, me da igual, porque a mi juicio el resultado final es siempre Auschwitz”. Teleki fue un político conservador contrario a colaborar con Alemania y Szálasi fue el fundador del partido fascista húngaro y el responsable del asesinato de muchos judíos. El resultado final es el que cuenta, claro. Siempre. La distinción entre unos insultos y otros es –en este caso- un refugio para la buena conciencia, una puerta de emergencia moral, un matiz que apesta mucho. El truco del alma.

Me pregunto si hoy no corremos el peligro de acabar siendo todos –quizás sin saberlo- un poco como aquella clase media cristiana de Hungría que denunciaba Kertész.

Etiquetas: