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Francesc-Marc Álvaro | Bruixes contra l’irreal
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08 jul 2016 Bruixes contra l’irreal

Se ha podido ver recientemente en el Grec Les bruixes de Salem, una de las obras más conocidas y representadas de Arthur Miller, en traducción de Eduardo Mendoza y montaje de Andrés Lima. El famoso dramaturgo norteamericano, recordando cómo surgió la idea de tomar una historia de 1692 para hablar de lo que ocurría en su país en los años cincuenta, se refiere a “la irrealidad que me rodeaba”, un clima de creciente sospecha y persecución sobre todo lo considerado comunista o simplemente progresista. Según Miller, la guerra fría modificó la mentalidad de los estadounidenses muy rápidamente, “las palabras se habían vuelto temibles” y muchos pensaban –seguramente con razón– que el FBI había intervenido los teléfonos. “Lo importante en este caso –apunta el célebre autor– es que nada de ello era un secreto. Todo el mundo tenía una idea precisa de lo que sucedía pero, como me sucedió a mí, se sentía impotente para reaccionar. Y todavía hoy creo que no puedo transmitir adecuadamente la densidad que tenía la atmósfera del periodo, con tal rapidez lo indignante se había convertido en la norma aceptada”.

Impotencia ante una inversión general de valores: lo que indigna a cualquier persona de bien deviene normal y corriente para una mayoría. Ante eso, el abuso de poder está servido y puede, incluso, mostrarse como tal, a caballo de la obscenidad y el cinismo, negando sin problema lo que a todas luces es evidente. Miller sentía impotencia ante el clima paranoico que hizo posible la cruzada del senador McCarthy contra cientos de mujeres y hombres que eran delatados con el más puro estilo inquisitorial. Y escribió Las brujas de Salem como “un intento de devolver la realidad a la vida, una realidad palpable y estructurada, una obra de arte creada a fin de interpretar una obra de arte anterior que se llamaba realidad pero no lo era”. Para Miller estaba claro que “vivíamos en una forma de arte, una metáfora que ya no tenía historia pero que, por increíble que parezca, de repente se apoderó del país”.

El caso Bárcenas ya ha pasado a los escenarios gracias al joven dramaturgo Jordi Casanovas. ¿Cuándo veremos otras figuras de la irrealidad oficial que nos rodea convertidas también en materia teatral? Hay de sobra. Un comisario revela ante el juez ciertas operaciones, surgen conversaciones inquietantes de un despacho ministerial, quien debe dimitir no lo hace, lo indignante (en una democracia) parece norma aceptada también ahora y aquí, aumentan los votos a los responsables de esta obra de arte que coloniza nuestra actualidad… Nos urge devolver la realidad a la vida pública, que ha sido desplazada por una farsa oscura que nos tragamos –perplejos– con la misma impotencia espesa de la que hablaba Miller. “Las brujas merecen la hoguera”, es lo que piensan muchos.

 

 

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