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Francesc-Marc Álvaro | Pentinar el gat del RUI
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18 jul 2016 Pentinar el gat del RUI

La ANC ha decidido exigir al Govern Puigdemont que incorpore un referéndum unilateral (RUI) a la hoja de ruta de la independencia. Esta posición es resultado de una consulta interna en la que sólo han participado poco más de 9.000 socios de una entidad que tiene más de 30.000. La organización que preside Jordi Sànchez ha impulsado un debate que no parece haber interesado a los asociados ni al soberanismo en general, aunque últimamente ha aparecido también –casualmente– un manifiesto a favor del RUI. Hay que apuntar que la dirección de la ANC ha organizado una serie de actos donde casi siempre los ponentes han hablado únicamente a favor del RUI, un ejercicio carente de la mínima neutralidad, actitud que desacredita la cúpula de una organización donde –en teoría– conviven muchas sensibilidades.

El del RUI es un falso debate generado por varios motivos y actores. Para Sànchez es una manera de quitarse el sambenito de ser próximo a Mas, dar salida al nerviosismo de una parte de la dirección de la ANC y lanzar un lema para que la gente se movilice para la Diada. Para la CUP es una manera de dejar de hablar del presupuesto, presionar a Junts pel Sí y simular la desobediencia. Para Castellà, líder de Demòcrates, es una manera de marcar distancias con el PDC y caer bien a los que tienen prisa. Para ciertos comentaristas es una manera de darse la razón, lucir testosterona y, de paso, escupir contra Mas y el 9-N, el deporte que más les complace junto con el de construir teorías al margen de la realidad.

¿Por qué es tan débil argumentalmente la posición de los que propugnan el RUI? Porque, en general, prescinden siempre de dos datos esenciales: a) el independentismo todavía no tiene bastante musculatura social (según el 27-S, que es la encuesta más importante hecha hasta ahora sobre la secesión); b) el Estado español dispone en exclusiva de la capacidad de coerción sobre los servidores públicos, indispensables para hacer un referéndum unilateral; en este sentido, hay que explicar las muchas dificultades que surgieron la víspera del 9-N, cuando las amenazas de Madrid impactaron sobre parte de los que, desde abajo, se habían comprometido en ello.

La cuestión de la fuerza –básica en política– es eludida sospechosamente por todos los que nos cantan las bondades de un RUI, salvo algún crack que sueña una insurrección al estilo irlandés u oriental. Germà Bel ha resumido bien este problema en Vilaweb: “¿Hacemos un Estado o hacemos una falla? Si hacemos un Estado, debemos tener lo que hace falta para implantar una decisión unilateral. Técnicamente y jurídicamente, está muy claro. […] Un Estado es algo que impone una ley sobre unas personas en un territorio, eso no es ninguna opinión. Es un hecho. Si no, no hay Estado”. El que no tiene nada que hacer caza con el culo las moscas del RUI. Y alimenta la frustración.

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