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Francesc-Marc Álvaro | Imposar el diàleg
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12 dic 2016 Imposar el diàleg

No quiero hacer comparaciones entre el anterior ministro del Interior y el actual, pero el nuevo ha demostrado ser un hombre apegado fielmente a la verdad, lo cual es muy de agradecer en los tiempos que corren. Sin duda es la sinceridad y no un desliz lo que ha provocado las declaraciones sobre Catalunya de Juan Ignacio Zoido desde Bruselas, donde acudió para una reunión de ministros del ramo. El titular de la cartera de la policía ha dicho esto: “Yo creo que somos mayoritarios y que debemos imponer nosotros el diálogo y no ceder ante esa especie de chantaje que en ocasiones se quiere hacer al resto de los españoles”.

Atención, mucha atención: Zoido tiene la gentileza de recordar al público que el diálogo entendido a la manera del PP y del Gobierno Rajoy es algo que no se crea, que no se construye, que no se genera. Estábamos equivocados, queridos lectores. El diálogo –lo dice el ministro de orden público– es algo que se impone. Más o menos como la paz que, para algunos, siempre fue sinónimo de victoria. La pregunta es obligada: ¿Y cómo se impone el diálogo? Hasta hace cuatro días, en España, el diálogo se imponía a tortazo limpio, algo que resumió perfectamente Goya en sus pinturas negras. En esta época, cabe esperar mayores sutilezas. Por eso han hecho el encargo a la vicepresidenta. ¿Cómo se impone el diálogo en tiempos de Facebook? Muy fácil: te reúnes con los que ya están totalmente de acuerdo contigo y te haces unas fotos. Y declaras, sonriendo, que hablarás de todo menos de lo que quieren hablar aquellos con los que estás en desacuerdo. Y que es el centro del problema.

El ministro Zoido añadió algo más: “Conviene insistir para que toda la sociedad sepa distinguir entre los que quieren llegar a un acuerdo de aquellos que lo que quieren es imponer su voluntad”. He aquí la estrategia de Santamaría explicada tal cual, por un hombre de una franqueza insólita. Del asunto del diálogo catalán sólo importa poder decir –dentro de unas semanas– que Madrid lo intentó todo mientras el Govern Puigdemont se tiraba al monte. “Conviene insistir”, suelta Zoido, y es como leer el argumentario que la Moncloa envía a sus peones, clarito y para que lo entienda incluso García Albiol. Todo cobra sentido, también el disfraz de jefe de planta de grandes almacenes que se ha puesto Enric Millo.

Con todo, la clave de la operación Soraya está en otra frase de Zoido. Nos la regala cuando dice que el diálogo en la transición “fructificó con una Constitución de todos y para todos; se supo hacer renuncias por parte de todas las partes en beneficio del interés común”. Cierto, pero se olvida de algo: unos renunciaron más que otros, porque los militares (entonces todavía franquistas) estaban vigilando atentamente. Y tuvieron derecho a veto, como han explicado los padres de la Constitución del 78. Imponer el diálogo no es, pues, nada original.

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