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Francesc-Marc Álvaro | Gestos i gesticulacions
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24 abr 2017 Gestos i gesticulacions

La política es percepción. Eso ­hace que los políticos –muy a menudo– se preocupen más de los gestos que de las decisiones que toman y que tienen trascendencia. Todo es percepción, todo es representación y todo busca un impacto –más o menos efímero– sobre el público. Del gesto a la gesticulación sólo hay un paso. Pero la gesticulación es mera combustión, que sirve (quizás) para construir una noticia y no sirve para resolver ningún problema. Es un teatro vacío que quiere presentar la impostura como verdadera acción responsable.

Parece que de lo que se trata es de hacerse muchas fotos en Catalunya, como haría un turista. Por eso la vicepresidenta del Gobierno estuvo presente el viernes en el acto en el auditorio del Caixa­Forum, aprovechando que varias entidades trabajan para que la fiesta de Sant Jordi sea declarada patrimonio inmaterial por la Unesco. Esta foto generó tiranteces y malestar. Un hombre tan moderado como Santi Vila, conseller de Cultura, ha declarado que “es un acto de cinismo que no des ninguna respuesta política a Catalunya y simules que aprecias sus tradiciones; el Estado está en una campaña de simular un cierto feeling, pero es meramente estético”, Asimismo, la Asso­ciació d’Editors en Llengua Catalana ha rechazado lo que considera “instrumentalización política” de la festividad de Sant Jordi. Ciertas gesticulaciones son envenenadas.

La estrategia de Rajoy es aliñar la presión de la Brigada Aranzadi y de los tribunales sobre el independentismo con rituales amables de relaciones públicas a cargo de ministros y, sobre todo, de Soraya Sáenz de Santamaría. Hacer muchos actos y también encuentros donde el ministro de turno se reúne sólo con los indígenas que le dicen lo que quiere oír, lo cual es el colmo de la propaganda propia consumida como supuesto análisis y conocimiento de la realidad. También se puede soltar alguna promesa para contentar a las élites locales y obtener un titular. “Pisamos tierra catalana cada día”, según dicen. Los profesionales del Estado no hacen nada sin motivo: si recomiendan a Rajoy que haga eso es porque han concluido que Catalunya no requiere ninguna solución verdadera ni escuchar lo que ocurre de veras. A todo gas: contención punitiva y dar algún caramelo.

En el otro lado, los gestos también pesan mucho, a veces demasiado. El mismo viernes, el Govern de Junts pel Sí montó un acto en el Pati dels Tarongers para una gran foto con todos los consellers y altos cargos ratificando por escrito su compromiso solemne con el referéndum, un simbolismo sin recorrido legal. Se quería transmitir unidad y determinación, después de unos días de discordia interna. Pero esta sobreactuación provoca –me parece– el efecto contrario del que se pretende: pone en evidencia las dificultades para controlar la tecnoestructura de la Generalitat y asegurar las lealtades en la cadena de mando.

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