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Francesc-Marc Álvaro | Apoteosis del titiritero
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08 sep 2019 Apoteosis del titiritero

Lo que está pasando entre el PSOE y Podemos es, entre otras muchas cosas, el éxito del asesor político y el fracaso del líder como alguien que toma decisiones confiando en su coraje y su instinto. Gana el spin doctor –Iván Redondo, en este caso– y pierde el político –Pedro Sánchez–, que se convierte en un dirigente en manos de un relato dictado por la pulsión demoscópica y la táctica cortoplacista. El manual de resistencia del presidente socialista es, en realidad, un manual de contención: contener las decisiones de peso para ejercer sólo en función de una mentalidad electoralista que devora todo lo que toca, empezando por la propia labor de gobierno y por cualquier atisbo de proyecto político, si lo hubiere.
 
Los votantes no entienden lo que está pasando. ¿Por qué no tenemos gobierno? De todas las razones que explican este colapso, no es precisamente la menor el cambio de paradigma que supone poner en manos del gurú de turno todas las coordenadas sobre las que trabaja el líder. El ascendente de Redondo sobre Sánchez convierte al resto de ministros en comparsas y al partido en una entidad borrosa, hasta extremos chocantes; por ejemplo, el ministro Ábalos –ofuscado por un guión ajeno– no recuerda que sus homólogos catalanes –el PSC– tienen acuerdos de gobierno con los independentistas en varios ayuntamientos y en la Diputación de Barcelona; por no hablar de los pactos con los comunes en no pocas localidades, empezando por el consistorio barcelonés.
 
El creciente protagonismo de los asesores de campaña –convertidos en asesores de gobierno– ha llegado a un punto máximo de saturación con las peripecias de Sánchez, sobre todo a partir de la moción de censura que acabó con el mandato de Mariano Rajoy. Estamos ante el triunfo y la apoteosis del titiritero profesional –movido por la necesidad de ganar todos los comicios que sea menester– y ante el declive del liderazgo basado en la responsabilidad de hacer algo con los mimbres facilitados por las urnas. Si vamos a la repetición de las generales, el presidente en funciones y candidato del PSOE devolverá el balón a la ciudadanía, un ejercicio que convierte el compromiso político en algo similar a las apuestas que hace un jugador fascinado por el movimiento incesante de la ruleta.
 
Sánchez supo vencer en unas primarias en las que lo tenía todo en contra. Rompió la fatalidad. Ese renacimiento podría haber forjado un líder preparado para lo más difícil: generar alianzas nuevas, abordar problemas complejos, superar el marco construido por las derechas, confiar en sus propias promesas… No ha sido así. La suerte de Sánchez no le ha convertido en un reconstructor de la izquierda española, sólo se mueve como un ansioso reparador del bipartidismo averiado.
 

El ascendente de Iván Redondo sobre Pedro Sánchez convierte al partido en una entidad borrosa


 
Con Tony Blair y Alistair Campbell ya vimos lo que sucede cuando los titiriteros se salen de madre: la política derrapa hacia ese lugar donde el público no comprende nada y los actores convierten los argumentos en metadona mental. Es una pena, es un desastre.

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