ajax-loader-2
Francesc-Marc Álvaro | El sabor de las rebajas
5700
post-template-default,single,single-post,postid-5700,single-format-standard,mikado-core-2.0.4,mikado1,ajax_fade,page_not_loaded,,mkd-theme-ver-2.1,vertical_menu_enabled, vertical_menu_width_290,smooth_scroll,side_menu_slide_from_right,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.5,vc_responsive

18 nov 2019 El sabor de las rebajas

Los contactos entre los independentistas y los dos partidos que han acordado formar gobierno no se pueden desvincular de las expectativas que ERC y JxCat tienen de cara a las futuras elecciones catalanas. Lo que los republicanos y los posconvergentes acaben haciendo en Madrid determinará el discurso y la redefinición estratégica que impone el nuevo contexto postsentencia del Supremo. Los de Junqueras ya tienen todas las cartas en la mano para pensar qué partida quieren jugar, mientras la situación de Puigdemont en Europa hace que JxCat se mueva en unas coordenadas más provisionales, más tácticas y más pendientes de las oscilaciones emocionales de las bases. Es muy difícil que desde contextos tan diferentes se pueda fijar una posición compartida para negociar con el PSOE y Podemos.
 
Los comicios del 10-N han certificado la división del independentismo en un sector gradualista (ERC) y un sector inmediatista (JxCat y la CUP) que mantiene el planteamiento que fracasó en octubre del 2017. Desde su gradualismo, los republicanos enfrentan la negociación para facilitar la constitución del gabinete Sánchez-Iglesias, un reto que implica hablar todavía más claro a la propia parroquia de lo que lo han hecho, un ejercicio indispensable que no se puede desligar del comercio de los escaños. “¿A cambio de qué investiréis a Sánchez?”, pregunta el votante independentista, movido por una profunda desconfianza y por el mito de esas transacciones que exhibía el viejo nacionalismo pujolista. Planteado en estos términos el indispensable concurso de ERC para evitar nuevas generales, toda respuesta tendrá el sabor de las rebajas, porque el PSOE no acepta hoy hablar de un referéndum de autodeterminación ni de una amnistía, teniendo en cuenta que hay cosas que se podrían contemplar pero no se pueden anunciar, para evitar precisamente que sean abortadas. Aragonès y Rufián están explorando cómo se puede aterrizar, pasando o no por el documento de la cumbre de Pedralbes, en un terreno de diálogo concreto, no humo. Sánchez también debe ceder. El proceso prometía poesía y esto es prosa. Hacer política. Hablar más claro y gestionar la decepción, porque abandonar la épica genera decepción. Y no hacer caso de los que ven “traidores” en cada esquina.
 

La cuestión no es qué da Sánchez, sino qué decide el independentismo para asegurar su capital político

 
Los independentistas que no entren en esta lógica abrazarán la estrategia del “cuanto peor, mejor”, que lo basa todo en la creencia de que la espiral acción-reacción ampliaría la base social del movimiento y haría posible un camino rupturista. Pero ya hemos visto que las protestas provocadas por la sentencia no se traducen en un aumento espectacular de votos. El independentismo está más indignado que nunca, pero no es mayor que hace dos años. Y no lo digo por las cifras del último sondeo del CEO –recogidas antes de que se supieran las condenas– sino por los resultados del 10-N, que muestran una subida de sólo tres puntos para los independentistas. El asunto de fondo no es qué da Pedro Sánchez, sino qué decide el independentismo para asegurar su capital político.

Etiquetas: