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Francesc-Marc Álvaro | Vergüenza, catarsis, ‘vendetta’
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30 ene 2020 Vergüenza, catarsis, ‘vendetta’

Han sido tres días intensos y, al final, ha llegado la noticia.
 
Lunes, la vergüenza.
 
Martes, la catarsis.
 
Miércoles, la vendetta.
 
Sí, la vendetta . Porque el lunes el president Torra se sintió más que traicionado por sus socios de ERC, se sintió humillado. Torra versus Torrent, una narrativa pulp , como de los años treinta, para consumo de niños. Torra versus Aragonès, el factor humano que recubre lo que siempre hemos visto: la competencia electoral entre unos y otros. Y ayer, movido por el orgullo herido, el president custodio –es su denominación– hizo un movimiento que –paradoja entre las paradojas– es lo más sensato, como le recordaron los comunes: aprobar presupuestos y, después, convocar elecciones. De mala gana y en el último minuto, Torra ha debido hacer política. “Tardis piulastis”, reza el refrán. El lunes, Waterloo en modo avión.
 

La campaña puede ser un festival si no son ­capaces de hablar claro y asumir el riesgo de la decepción

 
El espectáculo del lunes en el Parlament fue una versión gore de Els pastorets , sea dicho con el máximo respeto por los que representan la obra de Folch i Torres cada Navidad. Para la parroquia independentista, una jornada que producía vergüenza, depresiva y desfibradora, de esas que alimentan la pulsión antipolítica y sirven para proclamar que los partidos “han traicionado el ideal”. Algunos chamarileros de la ilusión esperan su oportunidad detrás del cainismo desbocado, insomnes buscando la vibración mística que el torrismo ha desbravado ensayando la desobediencia improductiva; esperan también detrás de la añoranza por los tsunamis. Para los catalanes en general, el lunes fue un día de desgaste de las instituciones, la peor respuesta posible a las arbitrariedades de la Junta Electoral Central, todo aliñado con el papelón de Cs, democracia de barra de bar. Nuevamente, la tecnoestructura –el secretario general de la Cámara catalana– puso el principio de realidad, lo que ilumina la frontera entre voluntad y posibilidad. Ya se puede decir: lo que peor ha gestionado el independentismo –después del tiempo– es la relación con los funcionarios, se llamen estos Xavier Muro o mayor Trapero. El juicio en la Audiencia Nacional, tan importante, tapado por la espuma.
 
El martes, cuando las bofetadas entre ERC y JxCat todavía dolían, fue el momento de la catarsis. Una catarsis acompañada de espejismo, el de una república a punto de estrenar, como sugirió Turull. Dicen que fue una tregua, pero no. La comparecencia de varios de los políticos encarcelados en la comisión de investigación del 155 sirvió para que los pilotos del proceso regalaran una sobrecarga de adrenalina a las mismas bases soberanistas que el día anterior se desesperaron. Según la fraseología pujoliana, el lunes no nos gustamos y el martes, en cambio, nos gustamos mucho. La montaña rusa emocional. La adrenalina debía ser la más pura posible, no podía ­contener mucha autocrítica: con matices, todos los que comparecieron se aferraron al guion de octubre del 2017, incluso Junqueras, que lidera el giro estratégico y el aterrizaje en el pragmatismo. Las apela­ciones que algunos hicieron a la unidad eran cohetes que explotan después de la verbena. ¿Cómo renovarán el discurso cuando nadie quiere romper el hechizo? La campaña puede ser un festival si no son ­capaces de hablar claro y asumir el riesgo de la decepción, sin la cual no habrá nueva perspectiva.
 
Después de unas horas de incertidumbre, rumores y especulaciones, ayer a mediodía, Torra solemnizó la obviedad, dio el pistoletazo de salida a la larga precampaña y, de paso, manifestó su enfado con los socios. El relato agónico que parecía eterno ha degenerado en vendetta . Cuando las ­formas institucionales quedan vacías de sentido, todo se convierte en combustible para el folklore y la parodia. Dolor y gloria, si copiamos el título del último filme de ­Pedro Almodóvar. Otro Pedro, el presidente del Gobierno, se encontrará el próximo jueves con un president que se irá borrando cada día que pase, sobre todo porque no repetirá como candidato. Paradoja suprema: el esperado diálogo entre gobiernos lo empezará, por la parte catalana, una figura que sale del escenario y que no comparte la estrategia que ha hecho posible este nuevo marco. ¿Qué puede salir mal?
 
Vergüenza, catarsis, vendetta . La gesticulación que se devora a sí misma, la retórica que ha perdido el clinc y suena a tarro. Torra todavía habla del mandato del 1 de octubre. Disonancias cognitivas que se acumulan. Ir y venir de los personajes detrás de no se sabe qué. Entre el lunes y el martes, el independentismo recorrió un extraño camino, presidido por una palabra-fetiche tan manoseada que se utiliza para describir una cosa y su contraria: dignidad . Es una palabra que frena debates, señala traidores, menosprecia complejidades. La dignidad que puede tapar la miseria de unas horas desafortunadas y puede recordarnos también que, a pesar de la represión policial y judicial del Estado, las luchas caseras desgastan estúpidamente a esos que las llevan a cabo.
 
Volver a votar debería ser una manera de repensarnos. Exagero. Se nos hará largo hasta el día de las elecciones.

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