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Francesc-Marc Álvaro | Galaxias diferentes, pero no tanto
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13 jul 2020 Galaxias diferentes, pero no tanto

Hay tres datos relevantes de las elecciones de ayer en Euskadi y Galicia que tener en cuenta de cara a los futuros comicios catalanes, aunque se trata de dos galaxias políticas muy diferentes de Catalunya, tanto antes como después del procés . El primer dato que hay que retener es que, en las dos naciones históricas, ganan al alza los partidos que ya gobernaban. Cada uno a su manera, ha ofrecido estabilidad ante una etapa extremadamente incierta, marcada por el reto de la gestión social y económica del impacto de la Covid-19. El PNV de Urkullu y el PP de Feijóo se han trabajado a fondo el eje de la gobernabilidad y la confianza, que pasa por delante del eje ideológico clásico (derecha-izquierda) e, incluso, del eje centralismo-nacionalismo, que no puede obviarse; los magníficos resultados de EH Bildu y de los galleguistas del BNG indican que el electorado ha premiado también la apuesta por el pragmatismo que han exhibido estas dos formaciones, que lo han combinado con la crítica concreta y severa a la gestión gubernamental. En Catalunya, ni ERC ni los de Puigdemont lo tendrán fácil para proyectar una imagen de tranquilidad que sea similar.

El segundo dato para pensar es el fuerte trompazo que las marcas locales de Podemos han experimentado en las urnas gallegas y vascas, algo que puede encender las alarmas en el espacio que los comunes articulan en Catalunya, sobre todo teniendo en cuenta que varias encuestas han dibujado un escenario hipotético en que los diputados liderados por Jéssica Albiach tendrían un papel destacado con respecto a la gobernabilidad. Por otra parte, veremos si la alcaldesa Colau decide implicarse a fondo para evitar que los aires del norte frenen la carrera de los comunes.

Los magníficos resultados de EH Bildu y del BNG indican que el electorado premia la apuesta por el pragmatismo

Y el tercer dato es el fracaso de la coalición de PP y Cs en Euskadi, un experimento impulsado por Casado, que ha servido solo para expulsar a los votantes populares más moderados. Los que preten-dían trasladar a Catalunya este modelo de alianza de las derechas centralistas se lo pensarán dos veces, más cuando Vox –como se ha visto en Euskadi– se mueve con habilidad por las grietas de este sector.

El éxito electoral del PNV no será exhibido por ERC ni por JxCat como un espejo o una aspiración, porque aquí parece que nadie desea ser como el lehendakari Urkullu. Los republicanos tienen lazos con EH Bildu mientras en el espacio de Puigdemont no quieren saber nada de los jeltzales , porque eso les recuerda el peix al cove del pujolismo, esa rutina de la cual abjuran a día de hoy. Iceta, que sabe que el PSC no tiene nada que ver con sus homólogos vascos ni gallegos, está al acecho: su aspiración es convertir a su partido en la segunda fuerza del Parlament, un objetivo que sus adversarios quizá le pondrán en bandeja.

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