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Francesc-Marc Álvaro | El tercio final
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03 nov 2020 El tercio final

El viejo que usted será no es nunca como lo había imaginado. No sé si eso es­bueno o malo, ya me dirán. Lo afirmo rotundamente porque, a pesar de no militar todavía en la senectud, me preocupan más las residencias de ancianos que los jardines de infancia. Excepto mi amigo X (que pactó un día con el diablo y la cosmética reparadora, y ahora parece ser su propio hijo), todos vamos sumando arrugas, bolsas en los ojos y canas (los calvos pueden disimular) sin esfuerzo. Me lo confirma el caso del actor Hugh Grant, que ya tiene sesenta y aparecía ayer en las páginas de este diario. El británico también se ha hecho mayor y es extraño, porque estaba destinado a ser eternamente como los personajes espumosos de las comedias que lo habían popularizado: un joven falsamente despistado que seduce con su capacidad para salir y entrar de los problemas vitales como quien hace surf. Nada de nada: el actor le explica al entrevistador que “muchas veces estoy en mi cama en la mitad de la noche pensando que estoy en el tercio final de mi vida”. Una confesión de boomer que muchos compartirán y que es asumible también –de algún modo– para los que nacimos algo más tarde.
 
En la foto, vemos a un Grant que no parece haber sucumbido a los milagros del Photoshop. Es el retrato de un hombre que envejece con naturalidad, la evolución suave de esa estampa del chico que interpretaba fábulas amables cuando todavía no nos había tocado la crisis económica global que lo cambió todo. El primer ministro que encarnó en Love actually es uno de los papeles más absurdos (por inverosímil) y más memorable de su carrera, un Boris Johnson de la Señorita Pepis que anticipaba el futuro en clave involuntariamente satírica (o como si los Monty Python adaptaran Els Pastorets de Folch i Torres sin avisar a la parroquia). En la página anterior, damos con la foto de Sean Connery, ejemplo sensacional de alguien que supo envejecer con gran elegancia. Ahora bien, el escocés recientemente fallecido no tenía pinta de imitar a su colega inglés en eso de pasar la noche pensando que había llegado “al tercio final de mi vida”. Eso no se corresponde con alguien tan poco metafísico como James Bond.
 

Todos vamos sumando arrugas, bolsas en los ojos… sin esfuerzo; me lo confirma Hugh Grant

 
Quería acabar este papel preguntándome si el confinamiento acelera o retrasa el envejecimiento, pero no puedo. Acabo de saber que van a subir la cuota mensual de los autónomos, una medida prevista para enero. La noticia me ha echado encima cinco años de golpe. Desde ahora, en la cama, por la noche, mi pensamiento es este: para muchos, el tercio final de la vida será maravilloso.

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