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Francesc-Marc Álvaro | Turista en el Valle de Aosta
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22 nov 2020 Turista en el Valle de Aosta

En el verano de 1956, Jordi Pujol y Marta Ferrusola aprovechan su viaje de bodas para hacer turismo político. Son así. Van en coche hasta el norte de Italia. Después de visitar Ivrea –donde el heredero Olivetti promovía un experimento de reformismo social único–, la joven pareja llega al Valle de Aosta, autonomía de habla francesa dentro del Estado italiano y, posteriormente, pasa a la zona del Tirol de soberanía italiana y lengua alemana, región fronteriza con Austria, país que también visitan, así como Alemania. Es un momento clave de la construcción de Pujol por Pujol. Quiere pisar la Europa que no sale en los mapas. La complejidad.
 
Conocer la política del Valle de Aosta marcará a Pujol. Allí descubre que unos autonomistas de centro (católicos desmarcados de la Democracia Cristiana dirigida desde Roma) gobiernan con comunistas y socialistas las instituciones regionales, todos ellos anteponen el hecho diferencial al eje ideológico. Ese compromiso transversal –anterior al “compromiso histórico” promovido en los setenta por Berlinguer– será inspirador para el futuro.
 
Antes y después de estos viajes, Pujol lee la teoría que explica la pervivencia de realidades como el Valle de Aosta, el Sur Tirol, Flandes, o Catalunya. Pujol estudia a Herder pero también a Renan. No quiere ser un nacionalista a la antigua, va más allá del romanticismo alemán. El francés Renan hace de contrapeso, porque pone la voluntad y el consentimiento en el centro del problema: la nación es un plebiscito cotidiano.
 
El mundo cambia, las viejas doctrinas deben leerse a la luz de las nuevas ideas: el marxismo, el personalismo, el comunitarismo. Pujol coge lo mejor de cada página. Hace una síntesis para explicar y explicarse lo que Josep Termes denomina “el milagro” de una Catalunya nacionalmente viva. Herder más Renan. En Madrid, a ojos de ciertos sectores, Catalunya es una anomalía. Pasan los años: la sentencia del TC contra el Estatut pretende borrar la anomalía.
 
En marzo del 2014, cuatro meses antes de que confiese que ha tenido dinero no declarado en el extranjero, Pujol da una conferencia sobre Herder y Renan. Explora fundamentos teóricos para el derecho a decidir, lema de éxito del procés . Ahora, tras años de muerte civil, Pujol rompe el silencio que se autoimpuso con el descalabro. Sabe que el mundo habla de identidad, globalización y nacionalismos, y no se resigna a ser mero espectador, lo que dijo hace seis años todavía es válido. Como escribió Ramoneda, el líder retirado enfoca los debates de fondo con más lucidez que la mayoría de políticos. Pujol se reivindica en las ideas: contra una parte de él mismo, sus fantasmas, y los Pujol.

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