01 feb 2021 Ignacio Garriga: El ‘boy scout’ de Abascal
El cabeza de lista de Vox en las elecciones catalanas es el más joven de todos los candidatos –nacido en 1987–, lo cual invita a especular sobre el peso de la memoria colectiva en amplios sectores de la sociedad que no vivieron la dictadura ni la transición. ¿Es obligado ser viejo y nostálgico o ser joven e ignorante para ser declaradamente facha? La cuestión así planteada puede ser un chiste tan malo y tan sobado como el del negro desubicado que se convierte en líder de los ultras, algo que molesta mucho al odontólogo Ignacio Garriga: por eso siempre recuerda que es natural de Sant Cugat y que su madre era tan española como su padre, dado que Guinea Ecuatorial fue colonia hasta 1968. Además, Garriga niega rotundamente que Vox sea un partido xenófobo, pero califica de “estercoleros multiculturales” los barrios con alta densidad de población de origen extranjero. Paradójico: por sus venas corre sangre flamenca y africana, además de catalana. Es la peculiar lógica de los que tratan de salvarnos recortando libertades y derechos.
 
Si se analiza la trayectoria del candidato de Vox a la Generalitat, constatamos que es su actitud de católico ultraconservador –él se define como “humanista cristiano”– lo que le conduce hasta la casa común de la derecha extrema, donde confluyen desde resentidos del PP hasta falangistas cansados de ser marginales, pasando por neocon de provincias, racistas en combustión, machistas a la carga, trumpistas con sabor a ajo y frikis de la cabra. Siendo muy joven, Garriga se afilió a Nuevas Generaciones, las juventudes del PP, y colaboró brevemente con el grupo municipal. Su madre, Clotilde Vaz de Concicao, era una militante popular muy activa y una persona muy querida en la localidad, donde regentaba una librería papelería; incluso organizó algún café tertulia de vecinos para el convergente Lluís Recoder cuando este era alcalde.
 
Antiguo militante de las juventudes del PP, su catolicismo muy conservador le condujo a la casa común de la derecha extrema
 
Cuestiones como el matrimonio homosexual y el aborto fueron alejando a Garriga de los populares, que consideraba demasiado abiertos en todo lo relativo a la moral y la familia. Fue alumno de La Farga, un colegio vinculado al Opus Dei, y, en la actualidad, lleva a sus cuatro hijos a un centro escolar relacionado también con el estilo de vida propugnado por Escrivá de Balaguer.
 
Aunque no acostumbra a mencionarlo, Garriga recaló en otro proyecto antes de llegar a Vox. En las elecciones catalanas del 2010, ocupó el puesto número dieciocho en la lista de la provincia de Barcelona del breve partido Alternativa de Govern, fundado por Montserrat Nebrera; en esa misma candidatura, la esposa de Garriga, Violeta Prat Avià, figuró en el noveno lugar. Garriga, profesor de la Universitat Internacional de Catalunya (institución bajo el paraguas del Opus Dei) como Nebrera, se sumó entonces a una iniciativa que no estaba alejada del catalanismo de centroderecha. Su primo, Joan Garriga Doménech, presidente de Vox Barcelona y número tres de la candidatura, estuvo con Nebrera en el sector “renovador” del PP que se enfrentó a Sánchez-Camacho y perdió, tras lo cual entró en Plataforma per Catalunya, el partido xenófobo de Josep Anglada, y se presentó a la alcaldía de Montcada i Reixac en el 2015; de esa etapa tiene pendiente un juicio por delitos de odio.
 
Amable y cordial, Garriga exhibe formas educadas, hasta el punto de que, puesto al lado de las estridencias de Inés Arrimadas y Cayetana Álvarez de Toledo, diríase un boy scout de Santiago Abascal tocando la trompeta de Trump. ¿Y la memoria colectiva? El 18 de julio del 2017 escribió esto en Twitter: “Vaya por delante mi condena a las muertes en ambos bandos, pero celebro que valientes nos libraran del yugo comunista”. Por cierto, recuerden que Pedro Varela, el histórico neonazi barcelonés, también aparecía muy fino en público.