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Francesc-Marc Álvaro | Demasiado y demasiado poco
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22 jun 2021 Demasiado y demasiado poco

Al mando del estratega Iván Redondo, en la Moncloa, están acostumbrados a moverse por impactos, es la mirada electoral trasladada al quehacer gubernamental cotidiano. Desde este enfoque, gobernar es vivir en campaña permanente, y ello convierte el relato del líder en una suma de impactos que deben generar unos efectos determinados. La presidencia de Pedro Sánchez avanza gracias a una compleja alquimia de impactos que, por ahora y salvo el tropezón de Murcia, le permite consolidar su liderazgo y mantener una clara ventaja frente a la oposición popular, que le ha regalado todo el centro al pegarse a las faldas de Vox.
 
Ayer al mediodía, en el Gran Teatre del Liceu, tocaba un nuevo impacto del presidente Sánchez, en forma de solemne conferencia y a propósito de la concesión de los indultos a los líderes del procés condenados por el Supremo. Como anuncio de los indultos, la puesta en escena fue excesiva (así lo dijeron, en los corrillos, varios de los patricios congregados), y como propuesta política sobre el conflicto catalán, el discurso fue escaso y decepcionante, dadas las altas expectativas que se habían alimentado desde la propia Moncloa.
 

El error de Sánchez y de sus asesores es tratar la cuestión catalana como si fuera igual que todo lo demás

 
El error de Sánchez y de sus asesores es tratar la cuestión catalana como si fuera igual que todo lo demás, desde el punto de vista estratégico y retórico. Pero no lo es. No puedes envasar en la levedad posmoderna un asunto tan denso como el pleito catalán y todo lo que cuelga de los hechos de octubre del 2017. Si lo haces, ocurre lo que pasó ayer: al abrir el bonito celofán que Sánchez dejó en el escenario, no había propuesta alguna sobre Catalunya, sobre una España plurinacional o sobre un supuesto modelo federal. Y eso que el título de la charla prometía: Reencuentro: un proyecto de futuro para toda España.
 
Al convertir el envoltorio de su representación en el contenido de esta, todo se frivoliza. Con buenas intenciones y un aliño de generalidades sobre la convivencia no se hace política, ni de Estado ni de barrio. Sánchez orilló la cuestión clave que prendió, en su día, la mecha del nuevo independentismo: la falta de reconocimiento que siente una parte mayoritaria de la sociedad catalana, y que va más allá de los partidarios de la secesión. ¿Se imaginan que ayer Sánchez hubiera explicado su plan sobre Catalunya y una nueva concepción territorial de España? Entonces, el coraje de conceder los indultos sería algo más que materia prima de un impacto efímero: sería sentido de la historia.
 
Con impactos se pueden ganar elecciones (y descolocar a los rivales) pero no se puede resolver un conflicto que, por su alcance y complejidad, requiere poca comedia y mucha conversación discreta, a largo plazo y con interlocutores variados. Hay miles de represaliados en Catalunya, la herida seguirá abierta. Tengo escrito que Sánchez consigue ­aunar la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción al conceder los indultos a los líderes independentistas, pero el exceso de subrayado puede echar a perder la operación. Sobre todo porque no puede subrayarse lo que todavía no está escrito, y ese es el problema. Hemos criticado a los dirigentes independentistas cuando han sobreactuado y esta vez debemos criticar la sobreactuación de alguien que, a pesar de usar un léxico más propio de un psicólogo de parejas, sabe que esto no va de “afectos”. Se trata de dinero, poder e identidades, un cóctel cargado que exige aproximaciones rigurosas, imaginativas y alejadas de cualquier tacticismo.
 
Los que ayer ocupaban las butacas en el Gran Teatre del Liceu están de acuerdo con los indultos, no necesitan ser convencidos de la necesidad de esta decisión. Tampoco hay que explicárselo a los políticos de ERC y Junts que declinaron asistir al acto, ni tan siquiera a las personas que, llamadas por la CUP y la ANC, se manifestaron para protestar por lo que consideran una derrota o una sumisión. Así las cosas, hubiera sido tal vez más productivo que Sánchez hubiera hablado de reencuentro desde el Teatro ­Real, en Madrid, donde la pedagogía sobre los indultos (y sobre un sentido de Estado que no sea mero garrote) hace mucha falta, según los sondeos.
 
Sánchez citó a Juan Marsé y a Miquel Martí i Pol. Del segundo es un verso emblemático que ha hecho suyo el independentismo (“Tot està per fer i tot és possible”), pero el presidente eligió uno más neutro, del mismo poema: “I som on som”. Y estamos donde estamos. ¿Y hacia dónde vamos?

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