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Francesc-Marc Álvaro | El buen morir
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27 jun 2021 El buen morir

Ya es legal, desde el viernes, la eutanasia en todo el territorio español. Gracias a una nueva ley orgánica, cualquier persona mayor de edad puede solicitar ayuda médica para morir si padece una enfermedad irreversible o en fase terminal que provoque un sufrimiento intolerable y/o limite gravemente su autonomía física. La política ha tardado en atender una demanda social que ha ido creciendo, rodeada por demasiados silencios e hipocresías. Sin el impacto de algunos casos con trascendencia mediática –el de Ramón Sampedro marcó un antes y un después– este problema no hubiera entrado nunca en el Parlamento. Desde la muerte del tetrapléjico gallego en enero de 1998, son muchas las familias que han debido enfrentarse a situaciones límite que chocaban con un muro legal. Un agujero de desesperanza que convertía la compasión en una abstracción sin sentido.
 
Cada cual tiene su credo y su moral, pero la política debe trascender las creencias para proveer un marco de derechos que contemple lo que nuestros abuelos no podían imaginar. Escribe Cioran que toda enfermedad implica “un heroísmo de la resistencia”, pero la democracia no está hecha para los santos. Eso es el progreso. En mi memoria infantil, guardo los ecos de los desaforados debates que propició la ley del divorcio, aprobada en 1981; recuerdo incluso un funeral en el que el cura usó al pobre finado para meterse con el ministro Fernández Ordóñez, en un delirio digno de Berlanga. Más adelante, la primera ley orgánica del aborto, en 1985, de­sató las quejas y amenazas de los mismos, pero la mayoría de la sociedad estaba ya en otro registro, así que los obstáculos fueron cayendo; los residuos del nacionalcatolicismo (que ahora resucitan gracias a Vox) no pudieron frenar esas reformas. Por suerte, la mayoría del electorado del PP no está por volver atrás en estos asuntos.
 

La democracia no está hecha para los santos; eso es el progreso

 
¿Es mejor una sociedad que regula la eutanasia (con todas las garantías exigibles) o una sociedad que se mantiene indiferente ante el sufrimiento de tantos ciudadanos? Yo lo tengo muy claro. Cuando el legislador se lava las manos, el dolor sin horizonte deviene una tiranía infame.

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