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Francesc-Marc Álvaro | Lejos pero más cerca que nunca
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28 jun 2021 Lejos pero más cerca que nunca

La libertad para los nueve líderes independentistas indultados tiene un efecto automático en los equilibrios del siempre embrollado espacio independentista: los políticos del exilio adquieren ahora un relieve más acentuado, por ser las únicas figuras de peso que continúan en una situación anómala (dejando de lado los cargos investigados por el Tribunal de Cuentas o con causas en los juzgados 13 y 18) además de ser las únicas piezas que burlan la maquinaria punitiva del Estado. Los que están lejos ahora están más cerca que nunca. Una vez pasen las entrevistas y los actos de bienvenida a las mujeres y a los hombres que han sufrido pena de prisión, el foco volverá sobre Waterloo y Suiza, más aún cuando determinados organismos internacionales –caso del Consejo de Europa– critican la actuación de la justicia española.
 
Con todo, la mesa de diálogo pasa a ser el centro de gravedad de la política catalana. Una mesa que, en teoría, dispondrá de dos años para trabajar y llegar a algún resultado. Si se quiere evitar interferencias, Aragonès y Sánchez deben ser los motores constantes de estas conversaciones. En la mesa, también se sentarán dirigentes de Junts, empezando por el vicepresident Jordi Puigneró.
 

Puigdemont y el resto de exiliados no pueden quedar al margen de lo que se hable a partir de ahora

 
Hasta ahora, la actitud oficial del partido de Carles Puigdemont ante la mesa de diálogo es la de un participante reticente que acude sin confiar mucho en los frutos que pueda dar ese foro; al subrayar su desconfianza, Junts aparece como un negociador menos implicado que ERC, a la espera de que un eventual fracaso del diálogo le permita proclamar que la estrategia posibilista de su socio no tiene recorrido y que hay que volver a la confrontación. Elsa Artadi se ha convertido en el altavoz más intenso de esta posición y no desperdicia ocasión alguna para marcar distancias con los republicanos. En cambio, en entrevistas recientes en TV3, Josep Rull y Joaquim Forn han transmitido una visión más abierta sobre el diálogo con Madrid que, sin eludir las dificultades, es bastante próxima a la que ayer mismo explicaba Junqueras en estas páginas. Jordi Sànchez, secretario general de Junts, también se ha manifestado en esta línea.
 
¿Cuál será la posición final de Puigdemont sobre el diálogo entre Pere Aragonès y Pedro Sánchez? Esta es una cuestión importantísima, porque no habrá ninguna solución válida que no cuente –de una manera u otra– con el aval de los dos principales partidos independentistas y el visto bueno del expresident. Y tampoco habrá normalización plena de la vida política en Catalunya si no se aborda la situación de los exiliados, entre los cuales está Marta Rovira, secretaria general de ERC. Puigdemont y el resto no pueden quedar al margen de lo que se hable a partir de ahora, lo cual los obliga a escuchar más voces de las que habitualmente los rodean, para tener una visión más completa y exacta de lo que sucede aquí.
 
Si ERC y Junts van con actitudes muy diferentes a la mesa de diálogo, malo. Porque el Gobierno tendría entonces la excusa perfecta para eludir la tarea histórica que le corresponde, que es ofrecer propuestas nuevas, rigurosas y creíbles (no simples remiendos) a la sociedad catalana.

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