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Francesc-Marc Álvaro | El nuevo Dragon Khan y la eternidad
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13 sep 2021 El nuevo Dragon Khan y la eternidad

Es la maldición del faraón. Siempre acaba volviendo. El primer Govern tripartito, que presidió Pasqual Maragall, fue calificado de Dragon Khan, porque sus constantes sustos y líos recordaban la gran atracción de Port Aventura, una montaña rusa de acero sin precedentes. Después de la disputa entre Junts y ERC sobre los integrantes de la mesa de diálogo, es probable que el Ejecutivo presidido por Pere Aragonès tenga el dudoso honor de convertirse en el nuevo Dragon Khan político.
 
Seamos serios: lo que ha pasado en las últimas horas sería motivo suficiente, en otras latitudes, para que el Gabinete autonómico saltara por los aires. Junts ha echado un pulso al president y lo ha perdido. Eso es tan evidente como que el gesto de autoridad de Aragonès tiene fuerza porque es excepcional, y no se podrá repetir cada día. ¿Cómo es que republicanos y junteros relativizan este episodio a pesar de su importancia objetiva? Porque no están en disposición de cambiar de pareja ni de explorar acuerdos con otras siglas. Resumen: ERC y Junts están condenados a continuar de la mano, hasta que llegue el examen de la CUP (previsto en el acuerdo de investidura con los republicanos) o haya un nuevo giro de guion que lo rompa todo.
 

El actual Govern es un artefacto condenado a vivir en el traspié diario

 
Hagamos memoria: el Govern Aragonès se constituyó en el último minuto, sin ganas, y como mal menor para evitar una repetición electoral. Los dos socios no comparten la estrategia independentista y tienen sensibilidades divergentes en la agenda social, como se ha visto en lo del aeropuerto. Añadamos que, desde Junts, no ha pasado día en que no se haya anunciado el fracaso de la mesa de diálogo o se haya remarcado que el pragmatismo (que practican también los consellers del partido de Puigdemont) no servirá de mucho.
 
El actual Govern es un artefacto condenado a vivir en el traspié diario, a pesar de los esfuerzos de Aragonès por proyectar estabilidad y gestión eficiente. Aparece el nuevo Dragon Khan, fatalmente. ¿Quién pagará más cara la factura electoral de este desgaste? Ya lo veremos. Para el conjunto de los catalanes, el precio será altísimo si ERC y Junts tienen que dedicar más tiempo y energías a sus reyertas fatigantes. La gente se desconecta.
 
Ayer quedó claro que Pedro Sánchez y Pere Aragonès se han conjurado para dar oxígeno a una mesa de diálogo que tiene muchos enemigos y obstáculos, una mesa que se etiqueta con la palabra reencuentro y con la palabra reconocimiento , según quien hable. Es una apuesta incierta, de la que se ha descolgado Junts, y eso es una noticia mala; veremos si hay una corrección en este sentido o este asunto acaba haciendo irrespirable el día a día en el Consell Executiu. Toda solución debería contar con el concurso del espacio posconvergente. Con todo, pesa demasiado el tacticismo y la competencia electoral, que se activará de cara a las futuras municipales.
 
El vaso medio lleno, con un tono muy mesurado. Sin grandes entusiasmos, sin grandes promesas. Es lo que se vendió ayer desde Palau. Los dos presidentes acordaron no poner plazos al diálogo, aunque Aragonès insistió en la necesidad de obtener “avances y concreciones”. Del procés , hemos aprendido algo: el calendario convertido en fetiche aplasta la política. Pero también sería un gran riesgo caer en la tentación contraria: que la negociación se enquiste en una especie de eternidad de bolsillo. Pasar de los gestos a las soluciones tangibles es el reto, “sin prisa pero sin pausa”, dice el presidente español. Pero vivimos tiempos volátiles, demasiado.

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