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Francesc-Marc Álvaro | Barcelona, un sueño
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10 oct 2021 Barcelona, un sueño

Barcelona es poderosa, Barcelona tiene poder, decía la canción. Es un poder muy codiciado. Parece que ha empezado la batalla electoral en la capital.
 
Las políticas de Colau no gustan mucho (quizá ni a parte de una izquierda que esperaba otras cosas), pero la oposición tiene dos problemas notables: trascender la narrativa de la queja y encontrar un nuevo rostro que pueda encarnar un cierto sueño, asequible y comprensible para mucha gente. No nos engañemos: tras la era de Pasqual Maragall, todo ha sido una suma de inercias, casualidades y carambolas, desde la mala suerte de Jordi Hereu con el tranvía hasta el exceso de confianza de Ernest Maragall la noche en que parecía que podía ser alcalde, pasando por la miopía de algunos colaboradores de Xavier Trias y la providencial intervención de Valls para salvar a la alcaldesa que había prometido echar. No seríamos justos si no pusiéramos en esta vitrina de honor el fiasco que fue, durante la etapa de ­Joan Clos, el Fòrum Universal de les Cultures, con ese desfile de Carli­nhos Brown que intentaba transformar la nostalgia por los Juegos del 92 en una forma de anestesia colectiva.
 

Las políticas de Colau no gustan mucho, pero la oposición tiene problemas notables

 
Los barceloneses son electores imprevisibles y sofisticados. El mundo nacionalista –ahora independentista– nunca ha acabado de dar con la pieza para la alcaldía, Trias no pudo arraigar. Mientras, el PSC ha unido su suerte a la líder de los comunes, como si Collboni no tuviera que repetir o ya se hubiera resignado a ser la guarnición de un plato que –oh, paradojas– sale de una cocina donde el toque de calidad depende de conspicuos exsocialistas, como Jordi Martí.
 
Las ocurrencias, el desánimo y la suciedad (que quieren combatir con más dinero) han desinflado Barcelona. Hace falta un nuevo sueño de ciudad. Hoy, nadie lo está ofreciendo.

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