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Francesc-Marc Álvaro | Nada en común
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22 nov 2021 Nada en común

La vida después de la CUP. La vida en crudo. La vida en prosa. La vida sin volver a proclamar que hay una mayoría independentista del 52% en el Parlament, una suma que sirvió (solo) para investir president a Pere Aragonès, y a lo hecho, pecho. Es la vida (loca) de la necesidad de salvar los presupuestos con partidos de fuera del bloque independentista, porque una cosa es la burbuja retórica del post-procés y otra, muy distinta, es la realidad de la administración autonómica, que no puede esperar. El columnista no tiene vocación de futurólogo, pero esta adivinanza era fácil y la acertamos: los cuperos plantarían al Govern, así ha sido, como se lo dijimos al conseller Giró, a quién quizá le iría bien no tomarse estas cosas de manera tan sentida y personal, que la partida es larga (en teoría).
 
La estadística es reveladora: solo una vez los anticapitalistas votaron los presupuestos, y fue cuando estaba en juego el referéndum o referéndum. Lo más normal, en villa CUP, es el “vuelva usted mañana”. ¿Y ahora qué haremos, compadre? Ahora toca el baile de la escoba a toda prisa, con los comunes, si cuadra. Porque hay que votar hoy lunes. Pero esta apuesta es de ERC, no de todo el Govern: Junts ha hecho saber que la negociación no les concierne y advierte que no les cambien las cuentas, algo que nos conecta directamente con el método de los de Puigdemont ante la mesa de diálogo, que consiste en dejar el marrón a los republicanos y lavarse las manos. Resumen de situación: en las cosas más importantes del Ejecutivo catalán (mesa de diálogo y presupuestos), los junteros se hacen invisibles, como ocurre en un matrimonio que cohabita pero no coincide nunca ni a la mesa, ni ante la tele, ni en la cama. La pareja ya no tiene nada en común, pero se empeña en mantener las apariencias. Bien, sí tiene algo en común: la conservación del poder autonómico, que es mejor que estar a la intemperie.
 

En las cosas más importantes del Govern (mesa de diálogo y cuentas), Junts es invisible

 
Si todo eso pasara en Dinamarca (nación muy querida por el independentismo), el Govern plegaría velas y el president convocaría elecciones hoy mismo. Porque la comedia ya no da más de sí y hemos pasado de la frialdad entre los socios a la evidencia de que no pueden ir juntos ni a tomar una cerveza (o ratafía). Una vez los cuperos nos hacen el favor de reventar la cuarta pared de la representación política (como comentamos hace siete días), el president y los consellers aparecen desnudos, como el emperador del cuento. Y una vez los comunes toman el relevo para hacer el trío, la cosa es todavía más bestia: no es que vayan en bolas, es que ahora vemos sus esqueletos mediante radiografías de gran calidad.
 
Cuando escribo esto, Illa calienta por la banda, por si debe saltar al campo, en caso de que el acuerdo entre ERC y los comunes se complique. Aragonès no quiere que esto suceda, pero estamos en manos de un guionista con un gran sentido del humor.

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