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Francesc-Marc Álvaro | El partido del campo
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31 ene 2022 El partido del campo

Rodeado de ovejas, en una estampa que pretende presentar la vida campesina de manera idealizada, Casado ha proclamado que el PP “es el partido del campo”. Fue antes de recibir un coscorrón de Aznar. Las elecciones autonómicas en Castilla y León han puesto en marcha una peculiar retórica neorrural que obliga a hacer y decir cosas dignas de las comedias de Ozores. Los conservadores, preocupados por la gesticulación castiza de Vox y por el discurso de España Vaciada, quieren evitar la pérdida de votos de esos ciudadanos que se sienten víctimas de “la política y los políticos de la capital”. Si eso está incubando un nuevo cantonalismo o está rompiendo el bipartidismo con más fuerza que lo hizo Podemos y el partido menguante de Arrimadas, está por ver.
 
El PP gana elecciones porque es el partido del campo y el de la ciudad, igual que el PSOE. Las grandes formaciones, en cualquier país, pretenden pescar sufragios en todos los territorios y entre todos los segmentos de población, eso los distingue de las siglas que solo pueden hacer de complemento y de las organizaciones monotema, como los partidos animalistas. Una excepción es lo que han hecho los populares con Catalunya: sacrifican a sus dirigentes locales (caso de Fernández) a cambio de un mantra anticatalanista que les regala votos en otras autonomías. Que el PP sea muy votado por funcionarios y pequeños profesionales en Madrid no impide que también sea muy votado por agricultores en Galicia, Castilla y León y Murcia.
 

¿Qué ha pasado para que se quiera resucitar la oposición rural-urbano?

 
¿Qué ha pasado en la política española para que se quiera resucitar la oposición campo-ciudad? Lo más absurdo es cómo quedan las élites provinciales (populares y socialistas) que, a caballo entre las administraciones autonómicas, debían hacer precisamente lo que (según España Vaciada y otros) no se ha hecho. La paradoja es que todo esto ocurre ahora, cuando las diferencias entre el mundo rural y el urbano son menos evidentes que hace cuarenta años. La ruralidad ya no es lo que era, que se lo digan a Casado.
 
En Catalunya, en otros tiempos, la división era entre un PSC metropolitano y una CiU que dominaba lo que se conocía como “las comarcas”. Hoy, las cosas se han vuelto más complejas, aunque Junts pesa más en “el rerepaís” y los socialistas siguen manteniendo una hegemonía en el cinturón barcelonés; el papel ascendente de ERC, en doble competencia con Junts y el PSC según los lugares, ha contribuido a transformar el panorama, como lo ha hecho la mutación de ICV en comunes, el retroceso del PP y la recomposición a partir del surgimiento de Vox y el momento de Cs.
 
¿Quién podría decir hoy que es el partido del campo en Catalunya? La ruptura del espacio convergente incide en este ámbito, pero también lo hace el nuevo protagonismo republicano. Por cierto, en las consultas comarcales sobre los Juegos de invierno, quizá se verá que los partidos que gobiernan la Generalitat no siempre entienden bien lo que sucede en el campo y en la montaña, en lo que denominan “el territori”.

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