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Francesc-Marc Álvaro | Cuando “los otros” son catalanes
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21 abr 2022 Cuando “los otros” son catalanes

Hagan el siguiente ejercicio, lean esto en voz alta: “63 dirigentes del PSOE han sido espiados de manera ilegal mediante el sistema Pegasus, adquirido por el CNI”. Ahora lean también esto: “63 dirigentes del PP han sido espiados de manera ilegal mediante el sistema Pegasus, adquirido por el CNI”. El escándalo sería mayúsculo y todos los medios de la capital española hablarían de ello a todas horas. La realidad es que los espiados son 63 personas relacionadas con el independentismo catalán, entre las que está el president Pere Aragonès, y dos de sus antecesores, Artur Mas y Quim Torra, además de eurodiputados, dirigentes sociales, abogados y periodistas. No hablamos de la Rusia de Putin ni la Hungría de Orbán.
 
Para Citizen Lab, el instituto de la Universidad de Toronto que ha estudiado lo que hace Pegasus en varios países, hay un nexo entre las autoridades españolas y el espionaje a los líderes del procés. El programa Pegasus es una creación de la empresa israelí NSO, que solo vende su producto a gobiernos y organismos oficiales. Para los académicos canadienses, como para la revista The New Yorker –que reporta esta investigación–, el asunto no es la suerte del independentismo, sino la facilidad con que los derechos básicos pueden ser vulnerados en democracias homologadas.
 
La cuestión es la total indefensión del ciudadano ante el abuso de poder, algo que también debería preocupar a la opinión pública española. Si esto no escandaliza fuera de Catalunya, la conclusión es clara: la mentalidad del “a por ellos” se ha convertido en una cláusula de excepción permanente. Dicho de otro modo: el silencio brutal de muchos es una forma de reiterar que frente a “la anomalía catalana” todo vale. “El expulsionismo” centralista, como lo denominó Gaziel, sirve para justificar incluso lo que degrada el sistema.
 
En 1995, al destaparse las escuchas ilegales del Cesid (antecedente del CNI), dimitieron el vicepresidente Narcís Serra y el ministro de Defensa, Julián García Vargas, además del jefe de los espías, el general Manglano. Entre los espiados había políticos, empresarios, periodistas, incluso Juan Carlos I. Tras echar balones fuera, el Gobierno de González asumió responsabilidades. ¿Veremos ahora una actitud similar en Sánchez? Las torpes respuestas de la ministra portavoz no ayudan a disipar el escepticismo.
 

Si las explicaciones del Gobierno no llegan o son endebles, habrá un giro de guion

 
Pere Aragonès, máximo representante del Estado en Catalunya, ha reclamado que se aclare todo lo que tiene que ver con este espionaje a gran escala. En Palau esperan un gesto de la Moncloa que sea lo bastante sólido y convincente para evitar que la desconfianza desemboque en un clima muy distinto del que permitió a Sánchez armar una mayoría para la gobernabilidad. Esta vez, ERC no tiene opción: si las explicaciones del Gobierno no llegan o son endebles, habrá un giro de guion de consecuencias inciertas. ¿Querrá el PSC convencer a Ferraz de lo que está en juego? ¿Qué hará Podemos más allá de lamentarse? A pesar de las diferencias en el discurso, ahora Junqueras y Puigdemont han aparecido juntos, no es un dato menor.
 
En la película La vida de los otros, vemos como la Alemania comunista no tenía límite alguno al espiar a la población. En la España de hoy, un Estado de derecho, lo sucedido debería comportar graves consecuencias penales y políticas. Resulta irónico que el argumento dado por el CNI para adquirir el programa Pegasus fuera que se usaría solo en el extranjero; tal vez los espías pensaban que Catalu­nya ya se había ido.

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